Javier Peña Sánchez

Fundación Universitaria “Los Libertadores”. Colombia

 

Resumen

El estatuto epistemológico de la psicología es un tema complejo de abordar; no obstante, se hace una reflexión con el interés de aportar elementos que permitan fundamentar la concepción epistemológica del programa de psicología de la Fundación Universitaria “Los Libertadores”. Como base de la reflexión se plantea ver la psicología como una disciplina científica multiparadigmática, tesis que da lugar a más preguntas que respuestas, pero que permite avanzar en la discusión y en las implicaciones que tiene para los procesos educativos de la psicología.

Palabras clave: psicología, disciplina científica, paradigma, epistemología, disciplina multiparadigmática.

 

Abstract

The epistemological status of psychology is a complex theme to address, however a reflection is made about it with the interest of providing elements that allow to base the epistemological conception of the psychology program of the Fundación Universitaria “Los Libertadores” (Los Libertadores University Foundation). It is raised as base of the reflection, to see psychology as a scientific multi-paradigmatic discipline, thesis of work that gives place to more questions than answers, but allows advancing in the discussion and in the implications that it has for the psychology educational processes.

Key words: psychology, scientific discipline, paradigm, epistemology, multiparadigmatic discipline.

Introducción

Más que hacer un despliegue de afirmaciones epistemológicas definitivas sobre la psicología, parto de unos planteamientos que he venido articulando en los últimos tres años en torno a la psicología y el psicoanálisis,1 desde diferentes espacios como las cátedras de Epistemología psicológica, el grupo de conversación sobre “epistemología y psicología”2 y el proceso de discusión curricular (Vega & Corral, 2006) sobre el Proyecto Educativo del Programa de Psicología (PEPP) en la Fundación Universitaria “Los Libertadores”. El problema fundamental planteado en este escrito es: ¿cómo entender el estatuto epistemológico de la psicología, teniendo en cuenta que está compuesta por un conjunto di- verso de enfoques cada uno con su objeto de estudio, con una teoría que lo explica, con sus métodos para producir conocimiento, con principios epistemológicos particulares, y concepciones del sujeto y el objeto tan diversas? Avanzar en el problema da lugar a una pregunta que ayuda a delimitar más el dominio de la discusión: ¿qué implicaciones se pueden derivar de esta concepción para la fundamentación de un programa profesional universitario en psicología?

Las preguntas enunciadas se enmarcan en la historia de la ciencia, de la psicología en general y de la manera en que se ha desplegado la formación de psicólogos en Colombia. Es decir, de las profundas transformaciones de la epistemología desde el siglo xx; de la emergencia de múltiples paradigmas en la psicología que compiten por el reconocimiento de la validez dentro de la comunidad científica; y de una enseñanza de la psicología centrada, hasta hace poco tiempo, en la profesión y no en la disciplina que forma principalmente para la investigación como eje de la construcción de la comunidad cien- tífica.

El artículo presenta algunas articulaciones para alimentar la discusión sobre el estatuto epistemológico de la psicología, con el interés de aportar a la fundamentación epistemológica del PEPP de la Fundación Universitaria “Los Libertadores” y una conceptualización de la producción de conocimiento para el grupo de investigación Psicología Integral y Desarrollo Humano. Adicionalmente, dada la poca literatura sobre este tema (González, 2003), es importante actualizar este debate que por temporadas parece dejarse a un lado, en aras de una coexistencia pacífica entre los investigadores, docentes y profesionales de dicho campo del conocimiento; actitud que ha tenido costos para la vitalidad de la comunidad académica.

En principio se expone un breve panorama de las principales tendencias epistemológicas contemporáneas, referentes necesarios que permiten sustentar un planteamiento ya formulado por otros investigadores y resiste el ejercicio crítico dentro la comunidad: la psicología se puede entender epistemológicamente como una disciplina científica multiparadigmática3 (Caparros, 1978; Hernández & López, 2002; Rocha et al., 2003), como un territorio del conocimiento en el que compiten diferentes teorías por el reconocimiento de la comunidad científica y en dicho territorio se forma para la investigación, pero que se relaciona también con la profesión. Esta comprensión de la psicología “puede ser el fundamento epistemológico del sistema de principios de un currículo que propicie la formación de un investigador … que debe resolver tareas y problemas científicos de gran importancia social” (Vega & Corral, 2006), fundamento que a la vez es un aporte para la formación profesional.

En Colombia, muchos programas de psicología reconocen los conceptos de disciplina, profesión y paradigma, pero hasta el momento no se ha identificado alguno que la plantee en términos de disciplina multiparadigmática. Se hacen algunas precisiones en este escrito para nuestro contexto colombiano desde la historia de la formación en la psicología, que hasta hace menos de dos décadas se caracterizó más por formar en la profesión que en la disciplina de la psicología.

De la reflexión quedan más preguntas que respuestas sobre el estatuto epistemológico de la psicología, como ¿cuál es la especificidad del territorio del conocimiento de la psicología que le permite diferenciarse de otras disciplinas de las ciencias sociales o de las humanidades? En otras palabras, ¿qué es lo psicológico de la psicología? Se hacen unos avances en este tema.

Método

La concepción del artículo surge de las discusiones en diversos escenarios académicos con estu- diantes, docentes e investigadores interesados en el estatuto epistemológico de la psicología; proceso que va modelando el dominio del problema, y que se actualiza con el trabajo realizado desde la revista Tesis Psicológica y el proceso curricular con el PEPP de la Fundación Universitaria “Los Libertadores” iniciado por el decano Jaime Samudio, con la activa participación de los profesores Jairo Báez y Néstor Mario Noreña.

La recolección de información tiene dos componentes: revisión bibliográfica a través de fuentes impresas, para establecer el campo de las principales posturas epistemológicas contemporáneas, y revisión de artículos publicados en revistas incluidas en sistemas de información como Redalyc.

La construcción del documento se hizo desde un plano de pensamiento crítico con un criterio pedagógico para la exposición de los argumentos, que hiciera accesible el discurso epistemológico a la comunidad académica en su sentido más amplio.

Resultados

Sobrevuelo en torno a los fundamentos del concepto de disciplina científica y paradigma: La concepción de ciencia con que inició el siglo xx sufrió una fuerte transformación; podemos ver, sin pretender ser exhaustivos, que parte desde una posición dominante dirigida por el Positivismo lógico del Círculo de Viena,4 la crítica a este que hace Popper con su propuesta falsacionista, hasta las tendencias historiográficas de la ciencia como construcción de paradigmas de Kuhn, o los desarrollos de una filosofía de la ciencia más racionalista que inspira los programas de investigación científica de Lakatos (1993) e incluso las miradas emergentes del pensamiento complejo de Morín (1998) y la de Prigogine, para quien el descubrimiento de la inestabilidad dinámica o el caos “deben llevar a revisar nuestro concepto de leyes de la naturaleza para incluir la probabilidad y la irreversibilidad. En este sentido ciertamente estamos llegando al final de la ciencia convencional” (2002, p. 40). Según Prigogine, a las leyes universales extrahistóricas tenemos que añadirles “lo temporal y lo local” o, como señala Santos (2009) en su Epistemología del sur,5 las sendas en que discurre el paradigma emergente pasan por la disolución del límite entre conocimiento científico natural y conocimiento científico social, por la revaloración del conocimiento local como conocimiento total y del conocimiento como autoconocimiento.

Popper (1997) y Lakatos señalan muy bien esta crisis actual de la ciencia al recordar que desde el siglo xvii se tomó el conocimiento científico como conocimiento probado, bien por el intelecto o por la evidencia de los sentidos, pero este poder probatorio empieza a ser profundamente cuestionado a partir de la contrastación de la teoría de Einstein mediante la observación de un eclipse en 1919, que provocó el hundimiento de la física newtoniana y reveló lo utópico de los criterios clásicos de la validez científica (Lakatos, 1993, p. 11). Hoy muy pocos filósofos o investigadores consideran que el conocimiento puede ser probado, la validez ya no depende solo de la aplicación del método científico; las teorías científicas dejan de ser absolutas, inmodificables, ya no se pueden asimilar a un estado inalterable; por el contrario, se entienden como un proceso de permanente corrección; por ello, en la investigación científica el racionalismo crítico6 de Popper opone la lógica del falsacionismo como alternativa de validez a la comprobación, a la verificación, lógica inspirada principalmente por Einstein quien en sus escritos dio las claves para refutar mediante la contrastación su teoría de la relatividad, concebida a través de sus famosos “experimentos mentales”.

Pero, en oposición al interés de Popper ubicado en el campo de la lógica, por el aumento del cono- cimiento identificándolo principalmente del lado del conocimiento objetivo, surgen posturas que dan lugar a otras visiones del conocimiento científico; es el caso de la escuela construccionista de los años 80, al comprender que el conocimiento científico es fabricado mediante interacciones (decisiones, compromisos y negociaciones) no solo entre científicos, sino también entre la comunidad científica y los agentes sociales que interactúan con esta; se empieza a entender que ciencia y cultura son procesos constructores y construidos en contextos sociales (Fried, 2002).

En la idea de que el conocimiento científico es fabricado, construido, hay un doble cambio:

a. Por una parte, hay un giro del presupuesto de objetividad –que separa al sujeto del objeto y excluye en la investigación del objeto las huellas de la actividad del sujeto, con la pretensión de eliminar todo rastro de metafísica– hacia el presupuesto de reflexividad, que parte de no separar al sujeto del objeto, y en la investigación del objeto quedan necesariamente huellas del sujeto,7 , porque el objeto es producto de la actividad objetivadora del sujeto (Ibáñez, 1994). Por ejemplo, el construccionismo niega la idea que exista una verdad objetiva que debe ser descubierta; por el contrario, el conocimiento emerge a partir de nuestra relación con la realidad. Sujeto y objeto pueden ser distinguidos pero se encuentran permanentemente unidos, y esta relación debe ser entendida en el contexto social, temporal y local.

b. Por otro lado, se descentra el problema epistemológico de la abstracción racional científica en que lo había ubicado Popper, a un problema de orden histórico, sociológico o antropológico (Kuhn, 2004; Bourdieu, 2000; Elkana, 1983) que se pregunta por las prácticas concretas de la comunidad científica, por las tecnologías intelectuales con que ella resuelve problemas (Fourez, 1998, p. 69).

c. En este contexto de incertidumbre y desafíos para el entendimiento de los criterios de validez del conocimiento científico, a continuación se caracterizan los conceptos de disciplina científica y de paradigma, y posteriormente se establecen ciertas precisiones sobre sus relaciones.

La palabra disciplina tiene diversos significados, pero en este trabajo se toma en su acepción de región del conocimiento, una categoría organizadora dentro del conocimiento científico que sugiere a la vez “un campo de trabajo y de relación social a los cuales se accede a través de un proceso de formación caracterizado por la importancia que se reconoce al ejercicio de la investigación” (Hernández & López, 2002, p. 12); este campo de trabajo pasa por la construcción y asimilación de la cultura académica y la constitución de comunidades científicas, en las que debe ser importante el establecimiento de acuerdos sobre la legitimidad de los proyectos y la viabilidad de las acciones. En la disciplina científica la producción de conocimiento sobre problemas complejos, la prefiguración de las acciones implica la apropiación de conocimientos pertinentes, la construcción de consensos sociales y una reflexión sistemática sobre sus consecuencias sociales en el corto, mediano y largo plazo (2002, p. 35); pero hay que tener presente un aspecto más terrenal de la investigación: también implica la competencia por el reconocimiento social y el prestigio a partir del conocimiento producido.

A propósito de las relaciones entre la disciplina, la investigación y sus consecuencias sociales, actualmente, cada vez se hace necesario pensar el puente entre ciencia, tecnología y sociedad; aunque los investigadores dedican poco tiempo a la reflexión sobre su función, esta situación se ve tensionada por la cultura académica y la exigencia inherente al ejercicio de las disciplinas en tanto que la práctica científica incide sobre la vida material de la comunidad y se despliega en contextos sociales condicionados por las contradicciones propias de la interacción humana. Teniendo en cuenta nuestro contexto, Santos propone “una epistemología del Sur basada en tres orientaciones: aprender que existe el Sur, aprender a ir hacia el Sur, aprender a partir del Sur y con el Sur” (2009, p. 287), comprensión que lleva a articular en los problemas del conocimiento las relaciones de poder, como la explotación de clase, el sexismo y el racismo.

Para la concepción de los programas de educación superior, el anterior escenario llama la atención sobre la necesidad de incluir en los procesos de investigación a profesionales y actores sociales con una formación que estrictamente no sea disciplinaria, y que vean la producción de conocimiento como un hecho social pleno. “La investigación no es ya privativa de las disciplinas y es parte de la práctica de las profesiones. Pero es posible hacer una distinción inicial entre profesiones y disciplinas señalando el lugar prioritario de la investigación en las primeras por oposición a la vocación de servicio social que tienen las segundas” (Hernández & López, 2002, p. 36); pero la profesión también es sinónimo de ocupación que asegura la subsistencia.8

Ahora se aborda la pregunta ¿qué es un paradigma? Kuhn formula este concepto a partir de una nueva imagen de la ciencia, constituida a partir de una mirada historiográfica, que identifica los cambios que se producen en la construcción del conocimiento científico, básicamente estructurados en dos momentos: ciencia normal asociada a la ampliación de paradigma y revolución científica que implica un cambio de paradigma (Kuhn, 2004). La noción de paradigma es abierta y dinámica, a veces se asimila al término “matriz disciplinaria” que significa el conjunto de presupuestos básicos de una disciplina, y establecen el saber y el saber-hacer propios de una comunidad científica. Para Kuhn, el paradigma se puede leer en dos sentidos distintos, uno sociológico y otro como ejemplares logros del pasado:

Por una parte, significa toda la constelación de creencias, valores, técnicas, etc., que comparten los miembros de una comunidad dada. Por otra parte, denota una especie de elemento de tal constelación, las concretas soluciones de problemas que, empleadas como modelos o ejemplos, pueden remplazar reglas explícitas como base de la solución de los restantes problemas de la ciencia normal (Kuhn, 2004, p. 269).

La nueva imagen de la ciencia de Kuhn (2004 y 1996), construida a partir de una lectura directa de los investigadores que fundan las ciencias, dista de mostrar un escenario mecánico del conocimiento; evidencia una evolución de las disciplinas científicas que no corresponde con una lógica predeterminada y previsible; por el contrario, deja ver aspectos que la mirada clásica de la ciencia no permitía observar, una historia en la que hay rupturas radicales que destruyen las teorías aceptadas, bifurcaciones inesperadas en los sistemas de ideas –estructuras de pensamiento– sobre las que inciden no solo factores puramente racionales, sino también circunstancias sociales, económicas, culturales. Esta lectura de la historia de la ciencia de Kuhn será influenciada con fuerza por Alexandré Koyré (1982 y 1994).

Queda todavía, entre otros, un problema lógico por aclarar: si se toma como criterio de demarcación de la ciencia el paradigma, entonces ¿cómo entender epistemológicamente una disciplina científica donde coexisten varios paradigmas? ¿Esa disciplina multiparadigmática es una ciencia? El uso de los términos disciplina y paradigma puede llegar a equipararse, pero dependiendo del contexto en que se emplean tienen significaciones diferentes, por ejemplo es posible decir que las ciencias sociales… se orientan por un “paradigma de la multiparadigmaticidad”, cuando se entiende que se están haciendo dos usos distintos de la noción de paradigma, uno de los cuales se refiere a lo que comparte una subcomunidad que se identifica con una determinada perspectiva, mientras que el otro alude a lo que comparte la comunidad de una disciplina (Hernández & López, 2002, p. 47).

A pesar de los argumentos expuestos, el problema de las relaciones entre disciplina científica, paradigma, multiparadigma y profesión requiere de mayor elaboración, para que se pueda orientar con mayor precisión la comprensión de un programa profesional sustentado en estos conceptos, de manera que se estructure una organización curricular con estrategias claramente definidas, que brinde espacios para la apropiación de los fundamentos desde los cuales los estudiantes tengan la posibilidad de definir sus trayectorias académicas, y que a la vez aporte a la consolidación de la comunidad académica mediante la construcción colectiva de conocimientos, que tiene una implicación para la construcción de los currículos en las instituciones de educación superior, en tanto que se requiere una concepción de los procesos de enseñanza-aprendizaje de los estudiantes que se forman en la disciplina (Vega & Corral, 2006).

Discusión

Reflexiones para la fundamentación de un proyecto educativo profesional en psicología

Tras décadas del derrumbamiento de la estructura clásica de los principios que sostenían la validez del conocimiento producido por la investigación científica, no ha tenido una amplia repercusión en la comunidad académica de la psicología en Colombia; por ejemplo, en muchos ambientes universitarios aún hay docentes que siguen tomando como modelo de ciencia a la física clásica (Martínez, 2003), una física que para Robert Oppenheimer o Prigogine, después de la teoría de la relatividad y de la física cuántica, ya desapareció; aquellos docentes pregonan que el conocimiento científico es objetivo y comprobado; que la validez de la ciencia radica en la aplicación del método científico.

Dicha inercia se da a pesar de los desarrollos epistemológicos pospositivistas en algunos enfoques de la psicología, sustentados en la fenomenología, el constructivismo, la psicología de orientación marxista, el construccionismo social o la epistemología de la complejidad. “Tras la expresión de estas tendencias epistemológicas se manifiestan profundas diferencias, incluso al interior de las mismas, de naturaleza filosófica, y también teóricas en su propia concepción de lo que estudian” (González, 2003, p. 13). Tendencias que en el proceso histórico de la psicología han incidido en la configuración ambigua que presenta actualmente, “producto de la convergencia de intereses, propósitos y orígenes diferentes, cuando no incompatibles entre sí” (Ribies-Inesta, 2009, p. 2). Entonces, ¿desde cuál perspectiva establecer el estatuto epistemológico de la psicología en general?

Se apuesta por asumir una hipótesis de trabajo sustentada en los conceptos de disciplina científica y de paradigma, en tanto que permiten una base para comprender la complejidad de la psicología en el contexto epistemológico contemporáneo, en especial para la formación que ofrecen los programas universitarios colombianos de investigadores y de profesionales en este territorio del conocimiento, al menos en dos sentidos: tanto unos como otros deben ser formados con elementos esenciales de la cultura académica, como la discusión racional, el conocimiento de la tradición escrita y la prefiguración de las acciones,9 constitutivos del deber ser de las comunidades académicas; los procesos de globalización económicos y sociales (Beck, 2000; Santos, 2009) y de la “sociedad del conocimiento”10 plantean desafíos a las instituciones de educación superior, en términos no solo de su capacidad para producir conocimiento y de intervención pertinentes para el país, también de la incidencia social del conocimiento producido que saque a la universidad del repliegue sobre sí misma –encerrada en la clasificación de sus grupos de investigación por Colciencias, de la acreditación de sus programas y de la racionalidad instrumental del mercado–, y la lleve a constituir una fuerte comunidad académica, a “reconstruir las redes y tejidos que le hagan reconocer su pertenencia a esta sociedad concreta” (Hoyos, 2003), que posibilite el recuperar la experiencia y la práctica social que están siendo desperdiciadas e ignoradas por la “razón indolente” (Santos, 2009).

Además, en el contexto de las instituciones de educación superior colombianas que forman psicólogos, la comprensión de las características de la disciplina científica es fundamental (Peña, 1993), plantea un reto para la concepción de sus programas educativos centrados principalmente en la docencia y la extensión, pues deben incorporar a su cultura académica los procesos de producción del conocimiento reconocido por la comunidad científica de la psicología y las implicaciones sociales de su tarea inherentes a los intereses de quienes resultan afectados por las aplicaciones de los conocimientos producidos por la investigación, asunto aun más urgente en la realidad social de nuestro país. La historia de la investigación colombiana en psicología hasta la década de 1990 fue incipiente;11 ; así lo evidencia el trabajo de maestría que realiza Bruno Jaraba (2010), aunque en los últimos años se ha incrementado,12 pero aún la manera en que se articula con la docencia y la extensión está por fortalecerse y representa un reto para las instituciones de educación superior.

El concepto de paradigma permite abordar desde la psicología problemas cada vez más pertinentes para nuestro contexto latinoamericano, pero abiertos al debate con las redes de investigación globales, de manera diferente a las ideas de objetividad y neutralidad del investigador; no solo se produce para la comunidad científica, también para que circule entre los agentes sociales –en espacios como los propiciados por los entornos digitales–, para abrir el circuito esotérico del conocimiento científico (Kuhn, 2004), y que no sea solo un problema de simple bibliometría –de publicar en revistas indexadas en la búsqueda del reconocimiento del investigador y su grupo–, para apostarle a lograr una incidencia social.

Para González Rey, en la psicología “el concepto de paradigma resulta de gran utilidad para ilustrar la fuerza de lo subjetivo en el proceso de producción del conocimiento” (2003, p. 11), al implicar un pro- fundo cambio en la representación del investigador sobre la ciencia, que conlleva una permanente tensión, por una parte el reconocimiento de que es un hecho social donde es muy difícil salir de los presupuestos de su propia formación, condicionados por una visión sobre la ciencia, dominante social e institucionalmente, y por otra parte el reclamo de la cultura académica al investigador de una visión crítica no solo de los otros paradigmas opositores, sino también del propio paradigma, para abrirse a nuevos problemas y construcciones de sentido.

La relación entre disciplina y multiparadigma del apartado anterior nos lleva a la pregunta ¿la psicología es una ciencia? Con anterioridad se planteó que la disciplina conlleva formarse en un paradigma, el cual se convierte en el criterio de demarcación de la ciencia; parece entonces paradójico hablar de disciplina científica “multiparadigmática”. Se debe aclarar que el término paradigma tiene distintos usos; en la psicología, por ejemplo con la palabra paradigma se puede denominar una perspectiva propia de un sector de la comunidad que se reconoce en su enfoque particular de los problemas desde una perspectiva teórica; para el caso de la disciplina psicológica se identifican paradigmas como la psicología genética, el análisis experimental de la conducta, la psicología social, el sistémico o el humanismo. La otra significación de paradigma señala lo que reúne a toda la comunidad, que en este artículo se asocia con el término de disciplina.

Si se reconoce en el paradigma una opción epistemológica para el estudio de un universo de fenómenos, se podría llegar a pensar que el carácter multiparadigmático de algunas de las ciencias sociales corresponde a un estado del desarrollo del conocimiento en el cual aún no se reconoce que lo que existe es un grupo de disciplinas distintas recogidas en un mismo nombre y agrupadas de modo que sus bases son frecuentemente incluidas en un mismo proceso de formación. Es posible que la psicología por ejemplo incluya disciplinas distintas como la psicología del comportamiento, el psicoanálisis y la psicología del desarrollo. Quienes comparten estos paradigmas estarían dejando de conformar subcomunidades de una comunidad que los agrupa; estarían ya perteneciendo a comunidades científicas diferentes (Hernández & López, 2002, pp. 49 y 50).

A propósito de esta cita se hacen dos anotaciones:

- La inclusión que hacen Hernández y López del psicoanálisis entre los paradigmas de la disciplina psicológica, es cuestionable por tres argumentos centrales –abiertos a la discusión–: el primero radica en que el psicoanálisis no es una profesión universitaria (Díaz, et al., 1999, p. 81), la formación que se requiere para ser psicoanalista excede los límites curriculares de los programas universitarios en psicología, según Freud la vía regia para su formación es el propio análisis, el título de psicólogo no lo autoriza a ejercer el psicoanálisis ni es tampoco un requisito para su ejercicio; el segundo argumento obedece a su relación paradójica con la institución: desde Freud hasta Lacan el cuestionamiento a la institución es bien conocido, basta recordar el malestar en la cultura y la crítica de Lacan a la ciencia moderna que lo lleva a ver al psicoanálisis como una ética; para el grupo de psicoanálisis de la Universidad Nacional de Colombia es una disciplina diferente de la psicología (Díaz, et al., 2000, pp. 87 y 90; Carrillo, et al., s. f.); y en tercer lugar una concepción del sujeto del inconsciente que caracteriza una particular forma de investigar íntimamente ligada a la práctica. Estos tres elementos revelan la forma en que el psicoanálisis se deslinda13 del encargo social asumido por la psicología, aspecto que sería parte de su identidad como disciplina si seguimos la crítica de Canguilhem (1998), que se desarrollará más adelante. Lacan deja múltiples constancias de su “repugnancia por la apelación de ciencias sociales” por parecerle el “llamado a la servidumbre” (1972, p. 344). Esta posición no implica que el saber del psicoanálisis sea excluido de la formación de los psicólogos; solo que es necesario clarificar sus límites y potencialidades en este proceso, como contribuir a la comprensión e intervención en campos diversos de la psicología, en “recuperar la reflexión sobre la condición humana y sus vicisitudes en nuestra cultura” (Díaz, et al., 2000, p. 92); el mismo Lacan actualiza el lugar del saber del psicoanálisis en la universidad francesa.

 Esta afirmación de Hernández y López es bastante conflictiva para la identidad de la psicología como disciplina, y también tiene repercusiones para los PEPP. El trabajo de Ribes parece confirmar que el distanciamiento de los paradigmas en la psicología lleve a configurar definitivamente disciplinas diferentes; afirma que muchos, abusando de Kuhn, “han caracterizado el estado de la psicología como el de una disciplina multiparadigmática, su circunstancia real corresponde a la de un conjunto de disciplinas paralelas amparadas por un mismo nombre o denominación” (2009, p. 7).

¿La psicología sería una especie de universo en el que sus galaxias están en acelerada separación, hasta el punto en que puede generar la muerte de este? ¿O en realidad dicho universo nunca ha existido? ¿La tesis defendida en este artículo queda entonces falseada? El punto crucial está en qué entiende Ribes por disciplina, que se puede inferir de la siguiente cita:

Las distintas psicologías difieren en su concepción de qué es lo psicológico, en cómo se estudia, y para qué y para quién se aplica ese conocimiento. No es correcto, por consiguiente, hablar acerca de “la” psicología, aludiendo a una disciplina ideal con propósitos, medios y fines precisos compartidos por todos aquellos que la practican. En sentido estricto, deberíamos hablar de “las psicologías”, aceptando sus diferencias irreconciliables en cuanto a objeto, método y aplicaciones del conocimiento (2009, p. 11).

Es claro que Ribes no distingue disciplina de paradigma, no reconoce el concepto de disciplina como territorio del conocimiento que puede ser habitado por diferentes paradigmas, que compiten por el reconocimiento de su validez; sin embargo, la discusión no se puede dar por saldada; en el siguiente apartado se retoma en el sentido del cuestionamiento por lo que caracteriza ese territorio y lo diferencia de otras disciplinas.

Para los programas de formación profesional en la psicología el concepto de paradigma o de matriz disciplinaria (Fourez, 1998) es de gran utilidad porque establece los elementos que comparte la comunidad de la disciplina psicológica, que le dan identidad y que la distinguen de las otras disciplinas bien sean de las ciencias sociales o de las ciencias de la salud –tema polémico que excede el dominio de este artículo–. Este conjunto de elementos debe hacer parte de los programas profesionales de psicología, es decir, las características de los paradigmas que coexisten en la disciplina, con sus teorías, lenguajes especializados, métodos, reglas, campos de problemas14 y visiones de mundo o bases epistemológicas particulares de cada subcomunidad.

Para la concepción de un PEPP estos referentes constituyen un lugar fundamental que se traduce en estrategias pedagógicas en el trabajo con los estudiantes que se forman en la disciplina, que van más allá de la “aplicación, integración y búsqueda de conocimientos y habilidades, sino (que exigen) un trabajo estrecho con los estudiantes miembros del colectivo, en el cual desarrollan … valores, afectos, conductas, que siempre se manifiestan en un contexto determinado” (Vega, & Corral, 2006). Este proceso en la comprensión epistemológica del PEPP se entiende como una práctica social teórica y crítica del conocimiento que expresa ideas, posiciones, sentimientos, pensamientos y creencias de una comunidad académica.

Notas sobre lo psicológico de la disciplina psicológica

Si bien hasta este punto se ha establecido que el concepto de disciplina científica multiparadigmática puede ser viable para denominar la psicología, el problema se presenta en qué es lo que caracteriza este territorio del conocimiento, asunto que de alguna manera señala Ribes (2009). Para Canguilhem, de manera radical, el problema principal de la psicología radica en la pregunta por su concepto y por su identidad que pone en tela de juicio la existencia misma del psicólogo, en la medida en que no pudiendo contestar exactamente lo que él es, le queda muy difícil dar una respuesta sobre lo que hace. Él no puede entonces buscar sino en una eficacia, siempre discutible, la justificación de su importancia como especialista … eficacia está sin duda mal fundada, en tanto no hay pruebas de que ella se deba a la aplicación correcta de una ciencia; es decir, en tanto que el estatuto de la Psicología no está determinado de tal manera que se la deba tener por algo más y mejor que un empirismo compuesto, literalmente codificado para los fines de la enseñanza (1998, p. 7).

Cuando Canguilhem pregunta ¿qué es la psicología?, interroga la legitimidad e identidad, según este filósofo, ligadas a una ausencia de objeto que la lanza a una imposible búsqueda de unidad de sus campos de exploración. “Cosa sin esencia y sin objeto, la psicología se reduce entonces a ser solo una tecnología al servicio de una corporación, ella misma sujeta al poder de jueces, censores y educa- dores que ejercen funciones de instrumentalización del hombre por el hombre” (Roudinesco, 1992). Según esta crítica, la identidad de la psicología estaría en los servicios que ofrece a la tecnocracia y que actualiza Ian Parker al referirse al éxito de la psicología moderna, que lo ubica en la tabulación y regulación de los sujetos modernos, “los instruye hasta ser capaces de verse reflejados y entenderse a sí mismos en los textos psicológicos” (2006).

Aunque la pregunta es lanzada por Canguilhem en 1956 en un contexto que buscaba confrontar la propuesta de unidad de la psicología de Daniel Lagache, y aunque ha pasado bastante agua bajo el puente, el tema de la identidad sigue teniendo actualidad para reflexionar los PEPP de nuestras universidades colombianas; porque, recordando a Foucault, la institución educativa se configura históricamente como uno de los lugares privilegiados para la creación de la subjetividad,15 a través de dispositivos disciplinarios que se articulan desde el exterior para moldear las acciones del individuo y producir un tipo de mentalidad, ajustado a las condiciones sociales y culturales existentes en el espacio cerrado de las instituciones. Entonces surgen más preguntas: ¿qué tipo de subjetividad se quiere formar con un PEPP? ¿Se deben formar psicólogos según las competencias que exigen los mercados?

¿Qué lugar tiene la crítica, propia de la academia y la investigación, en el ejercicio profesional en tiempos de globalización capitalista neoliberal? Obviamente no se puede pretender dar respuestas a estas preguntas en el presente escrito; quedan enunciadas para próximos trabajos.

En reciente conferencia, Ian Parker (2010)16 afirmó que la disciplina psicológica opera de forma similar al “aparato de Estado, definiendo y regulando la buena conducta y la libertad a formas corporales, que son tratadas como análogas a territorios geográficos, es la conexión desmentida entre la nación y el cinismo lo que le da peso al sujeto de la psicología, tanto como sujeto individual como disciplinario”. Es evidente la expresión que ha tomado la búsqueda de objetividad en la psicología en su camino de la consolidación como ciencia: “lo ganado en objetividad se ha perdido en subjetividad” (Trujillo, 2007). Para Parker (2006), la psicología refleja y apoya la cultura dominante, pero identifica un problema en esta tendencia que asume el encargo social: el sujeto se resiste a ser clasificado y a los intentos de homogenización del capitalismo.

El tema del sujeto plantea para la psicología17 un reto que involucra su identidad, dado que pone en cuestión si asume o no el encargo social; así lo reflexiona Jairo Báez cuando piensa la posibilidad de una psicología como ciencia desde la concepción de un sujeto: “mientras no se ubique al sujeto de la psicología, toda pretensión de ser una psicología fuerte terminará en el fracaso y el borramiento mismo del sujeto” (2009, p. 125). En esta misma vía propone Trujillo (2008) superar la discusión en torno a lo subjetivo y a lo objetivo, para darle paso a la “sujetualidad”, es decir al reconocimiento del sujeto18 como fundamento de toda ontología, de toda epistemología y de toda metodología, pues el conocimiento es algo que ocurre en los sujetos.

Es el sujeto, dice Trujillo, quien desdibuja las fronteras de las disciplinas que reconoce como parte de su propia creación, para ponerlas al servicio de la polis: “La vuelta al sujeto es, pues, una vuelta política y a la política; es la recuperación de un discurso y una práctica que no queden atrapados en el racionalismo formalizante de nuestra época” (Follari, 1995, citado por Trujillo, 2007, p. 78).

Comentarios finales

Más que conclusiones o cierres definitivos, esta reflexión ha recorrido un camino con múltiples bifurcaciones y avances, sin pensar que la discusión ha llegado a su puerto. Entender el estatuto epistemológico de la psicología como una disciplina multiparadigmática da la posibilidad de comprender la complejidad de este territorio del conocimiento donde habitan diferentes paradigmas, que se disputan el reconocimiento de la comunidad científica por la validez de sus propuestas teóricas, articuladas a una forma de configurar los problemas, con su propio método, reglas y visión de mundo. En el contexto del presente trabajo de reflexión, esta posibilidad es importante en tanto que porta un sistema de principios para los currículos de los PEPP, en los siguientes sentidos:

El concepto de disciplina recoge la discusión sobre la validez del conocimiento científico desplegada durante el siglo xx, al comprender que es “un campo de trabajo y de relación social a los cuales se accede a través de un proceso de formación caracterizado por la importancia que se reconoce al ejercicio de la investigación” (Hernández & López, 2002, p.12), en el que los elementos de la cultura académica y la constitución de comunidades científicas son fundamentales, e implica idealmente, entre otros aspectos el conocimiento de la tradición escrita, la construcción de consensos sociales, la discusión argumentada, la prefiguración de las acciones. Esta es una vía para el fortalecimiento de la comunidad académica psicológica, por supuesto problemática, conflictiva, como todos los escenarios sociales, pero también enriquecedora y vital para la disciplina.

En el contexto de incertidumbre epistemológica y experiencia abismal ante la complejidad de la situación de los múltiples paradigmas de la psicología, el concepto de disciplina multiparadigmática presenta una alternativa no dogmática –sin caer en el escepticismo, el todo vale, o el eclecticismo–, que reconoce la posibilidad de construir conocimiento desde paradigmas diferentes, donde la crítica se dirige no solo a los otros paradigmas sino también al propio enfoque; crítica que se espera tenga expresión en el debate argumentado en espacios académicos como las aulas de clase, los seminarios o los congresos, e idealmente se publique; estos procesos posibilitan la construcción de redes entre los investigadores, docentes, profesionales y estudiantes.

Un elemento significativo de la disciplina científica que en la actualidad cobra mayor significación es ubicar críticamente la producción del conocimiento en relación con la sociedad globalizada, neoliberal y condicionada con fuerza por las TIC. Para nuestro contexto, la Epistemología del Sur se presenta como una alternativa a considerar para la formación en psicología, al orientar una mirada más pertinente de los problemas que deben ser abordados.

Dadas las características de la actual sociedad globalizada y del “conocimiento”, los elementos fundamentales de la investigación (reconocimiento de la tradición escrita, mirada anticipatoria que prefigura las acciones, discusión argumentada) propia de la disciplina científica son básicos para la formación de estudiantes, así sus aspiraciones sean principalmente profesionales; los roles de investigador y profesional no son excluyentes hoy; por el contrario, la realidad laboral hibrida estos roles.

Si bien la investigación colombiana en psicología en los últimos años ha incrementado, aún la manera en que se articula con la docencia y la extensión está por fortalecerse y representa un reto para las instituciones de educación superior.

La concepción de los PEPP debe plantearse seriamente estrategias pedagógicas y acciones concretas, para que el conocimiento producido por los grupos de investigación tenga incidencia social sobre problemas cruciales para nuestro contexto local y regional, algunos señalados por Santos como las cuestiones del poder, por las desigualdades estructurales y por la exclusión social en las sociedades capitalistas contemporáneas, las prácticas no discursivas de las clases populares y de los grupos sociales oprimidos y silenciados (2009, p. 286); la crítica no debe ser solo hacia las teorías y sus méto- dos, también debe contribuir a la deslocalización del discurso del centro hacia las márgenes que posibilite nuevas formas de socialidad y constelaciones de sentido.

Aunque se argumenta por qué el psicoanálisis no hace parte de la disciplina psicológica, se reconoce que es un saber importante en la formación de los psicólogos.

El reto de la interlocución con otras disciplinas es superar el aislamiento de los programas de psicología.

El problema de la identidad que caracteriza el territorio del conocimiento de la disciplina psicológica está abierto a discusión; algunos autores que avanzan en su definición ubican como prioritario establecer una posición frente al sujeto (Báez, Trujillo, Parker), que tiene implicaciones sobre el en- cargo social de definir y regular la conducta y la libertad del sujeto.

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Notas

1. Para que esta reflexión sea más coherente es importante explicitar los presupuestos, por lo que hablaré en primera persona solo en la introducción, para plantear mi formación principalmente desde el psicoanálisis y de un trabajo profesional e investigativo interdisciplinario, que se manifiesta en el escrito.

2. En el que han participado profesores de universidades de Bogotá como Sergio Trujillo (Universidad Javeriana), Juan Carlos Sarmiento (Universidad Católica), Jaime Samudio (Fundación Universitaria “Los Libertadores”), Gonzalo Arcila (Universidad Incca), William Celeita (Universidad Católica y “Los Libertadores”), entre otros.

3. Antonio Caparros propone una comprensión de la psicología como ciencia multiparadigmática, aunque indistintamente usa los términos de ciencia y de disciplina.

4. Que buscaba, según Otto Neurath, la constitución de “un lenguaje científico que, evitando todo seudoproblema, permitiera enunciar prognosis y formular las condiciones de su control por medio de enunciados de observación” (Ferrater, 2001, p. 3695).

5. Alternativa a la racionalidad monocultural de Occidente del paradigma dominante de la ciencia moderna en crisis.

6. Dirá Popper que “la ciencia es una de las pocas actividades humanas –quizá la única– en la cual los errores son criticados sistemáticamente y muy a menudo, con el tiempo, corregidos” (1994, p. 437). La petición de objetividad científica implica que todo enunciado teórico sea siempre provisional, siempre sometido al proceso de falsación que imposibilita la formulación de respuestas definitivas.

7. Las primeras constataciones de esta afirmación vienen de la física y de la matemática, del principio de incertidumbre de Heisenberg –el sujeto, al medir el objeto en la microfísica, lo altera– y del principio de incompletitud de Gödel –una teoría no puede ser a la vez consistente y completa, porque habrá al menos una expresión que, aun siendo verdadera, no puede ser demostrada–; estos principios evidencian la imposibilidad de la función veritativa que presuponía la epistemología clásica.

8. Asunto fundamental para pensar no solo el lugar de los profesionales en las IES del Sur –en el sentido de Boaventura de Sousa Santos–, sino también de los investigadores que cada vez más ven capturada su capacidad crítica, por los intereses de estas instituciones orientadas hacia la racionalidad instrumental del costo/beneficio, razón por la que el profesor Guillermo Hoyos, en la inauguración del Congreso Vecindades y Fronteras, Bogotá, 2010, ubica una contradicción entre el discurso y la práctica de dichas instituciones, y hace un llamado a tomar un camino en el que la disyunción no es gratuita: o son universidades o son empresas educativas.

9. Términos que se pueden definir sintéticamente así: la discusión racional “implica el reconocimiento de la existencia de puntos de vista distintos que se contrastan a través del diálogo y que se soportan en argumentos”; la tradición escrita “en las ciencias se pone en evidencia a través del modo como las distintas teorías resuelven primero sus diferencias con las teorías anteriores y luego, sobre la base de ese trabajo, plantean las nuevas perspectivas … las nuevas teorías se difunden en artículos que son sometidos a la crítica de la comunidad en todo el mundo. … La ciencia progresa por acumulación y crítica de lo previamente construido”; y “la prefiguración de las acciones alude a la capacidad de pensar de antemano las circunstancias en las cuales determinados fenómenos pueden ocurrir” (Hernández & López, 2002, pp. 29 y 30).

10. Si bien es importante tener en cuenta la progresiva incidencia económica, social, cultural e incluso epistemológica de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en las dos últimas décadas, es necesario cuestionar también el discurso que hay tras la idea de la “sociedad del conocimiento”, que presupone el surgimiento de nuevos modos de producción y vida social basada en el intercambio sinérgico de conocimiento, más allá de la sociedad industrial, del consumismo y los mass media. No es suficiente el acceso a las TIC para participar de la realidad que condicionan estas tecnologías, se requiere entenderlas en su complejidad como sistemas socio-técnico-culturales. Para ampliar este tema, ver Levy (2002) u Observatorio para la CiberSociedad (2004), http://www.cibersociedad.net/congres2004/index_es.html

11. Por ejemplo, la primera publicación en Colombia sobre el análisis experimental del comportamiento la hizo Rubén Ardila en 1965 y en 1969 fundó la Revista Colombiana de Psicología; ver López et al., 2006.

12. Véanse los datos del Mapeo del estado de la investigación en Psicología en Colombia, presentados por Nubia Sánchez, del Observatorio de Calidad de la Educación Superior en Psicología en Colombia, en http://www.youtube.com/watch?v=IVT4C25LEVE&feature=mfu_in_order&list=UL

13. Este deslinde de la psicología y de la concepción tradicional de la ciencia le ha valido al psicoanálisis que en repetidas ocasiones se le haya expedido acta de defunción en sus más de 110 años de fundación; por ejemplo, El libro negro del psicoanálisis: vivir, pensar y estar mejor sin Freud (citado por Žižek, 2008) o el reciente texto de Michel Onfray, El crepúsculo de un ídolo. La fábula freudiana.

14. Por ejemplo, el programa de psicología de la Universidad Javeriana, al menos desde el discurso, concibe estos problemas así: en el “contexto de pobreza, fragmentación, exclusiones sociales, económicas, culturales, desde donde se nos demanda como Universidad, desarrollar un trabajo académico que contribuya tanto a la comprensión de las múltiples problemáticas que afrontamos como país, como al desarrollo de saberes que en su dimensión de prácticas sociales y de generación de nuevas categorías conceptuales, aporten a la transformación de nuestras condiciones de vida y a la búsqueda de la justicia social y a la paz en Colombia” (Escobar, 2006, p. 19).

15. La escuela moderna es, para Vanegas, la Tecnología del Yo más lograda, por ser en este lugar donde “confluyen una multiplicidad de mecanismos y dispositivos de diversas disciplinas que imprimen a sus habitantes huellas indelebles que marcarán sus formas de relacionarse y de enfrentar la cotidianidad” (2002, p. 127).

16. En el V Encuentro de la Red de Investigadores en Psicología, Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, 2010.

17. Una disciplina científica no está definida por el objeto que estudia, sino que es ella quien al final lo determina (Fourez, 1998, p. 76); inherente a la definición de dicho objeto en los paradigmas de la psicología está una postura frente al tipo de sujeto que concibe implícita o explícitamente.

18. Para Trujillo el sujeto es “aquel que asume valerosamente las convulsivas fuerzas constitutivas de su personalidad íntegra” (2008, p. 17).

Asistimos al nacimiento de Integración Académica en Psicología. Hija legítima y heredera conceptual de la Asociación Latinoamericana para la Formación y la Enseñanza de la Psicología. Nacida a su vez de la vocación latinoamericanista de psicólogas y psicólogos de este continente, que reunidos en Cajamarca, Perú, en el 2011, expresaron el deseo de miles de colegas más, y decidieron fundar un espacio para que la formación en Psicología con compromiso social, con enfoque latinoamericano, fuera cada vez menos una quimera,  y se convierta en la realidad que nuestros pueblos demandan.

Como se señala en la Carta Magna de ALFEPSI, la “Declaración de Cajamarca”:

Consideramos necesario que la formación de los psicólogos latinoamericanos se oriente a la creación de conceptos, metodologías y técnicas originales que den respuesta a necesidades prioritarias y estratégicas, con una actitud de intercambio y aprendizaje recíproco con las que hayan generado psicólogos de todo el planeta.

La formación y la enseñanza de la psicología debe generar psicólogas y psicólogos capacitados para el diálogo científico y profesional entre los diversos enfoques, evitando el dogmatismo, mediante el aprendizaje cooperativo y creador, sustentado éticamente: de tal manera que se aproveche y potencie el trabajo de docentes y estudiantes para beneficio de quienes reciben los servicios psicológicos y del crecimiento científico y profesional de la psicología latinoamericana.

El Primer Congreso de ALFEPSI, celebrado en Ciudad Panamá, con el excelente auspicio de la Universidad Latina, entre el 3 y el 5 de octubre de 2012, marcó la preparación de este primer número de la revista. De una parte la Asamblea de la Asociación, celebrada en el marco del Congreso, reveló una vez más la importancia de reconocer y entender el contexto latinoamericano, su historia y su situación actual para poder trazar rumbos teóricos, éticos y prácticos en la construcción de los procesos de formación y enseñanza de la Psicología.

De otra parte, se presentaron trabajos de muy alta calidad y es propósito de nuestra revista, que sean ampliamente difundidos. De hecho la mayor parte de los trabajos que integran esté primer número, fueron presentados como contribuciones en el Congreso. En próximos números seguirán apareciendo otros que no deben quedar solo en las memorias (con todo el significado que esto tiene hoy) de los participantes.

Integración Académica en Psicología hace su debut en un momento interesante para las publicaciones periódicas. La creación y multiplicación del universo web trae aparejado, entre otros fenómenos, el de la expansión de los medios expresivos públicos y de gran acceso. Las dificultades materiales, económicas, de sustentabilidad, que ayer resultaron impedimentos para el nacimiento de muchas revistas profesionales y científicas, o que causaron su desaparición, se desdibujan y minimizan casi hasta desaparecer con la llegada de la red de redes, los blogs, las páginas web, y todo lo que allí se teje en materia de publicación (sería quizás más acertado decir visualización). Hoy no representa una gran dificultad para una institución, de cualquier tipo, tener una publicación periódica con amplia capacidad de impacto.

Pero, los círculos de poder, lejos de cruzarse de brazo, han lanzado su red para cazar incautos, sobre todo los enamorados de la idea de llegar a ser como “los desarrollados”, entrar a los “círculos de elite”. Y no nos referimos solamente a los predios presididos por las ganancias económicas. No se trata solo de los que concentran las riquezas y quieren concentrarlas más. Se trata, sobre todo, de los que concentran el poder y quieren concentrarlo más. De los que se han posicionado en el lugar perverso de dictaminar lo que sí y lo que no; lo que es científico, y lo que no lo es; lo que tiene calidad y excelencia, y lo que no. Hablo del “delirio de ISIS”, de las indexaciones sustentadas en que muchos tengan que dejar de expresarse como se expresan, dejar de escribir como escriben, dejar de ser, a la postre, lo que son, para poder entrar en el mundo de lo reconocido institucionalmente (con todos los premios que esto significa). Revistas de impacto, que coinciden con aquellas que defienden, o más bien imponen, una psicología que nada o muy poco tiene que ver con la que necesitan los hombres y mujeres de América Latina.

Cuidado. Para nada se trata de negar la importancia del rigor, de la calidad, del profesionalismo y la cientificidad. Justamente de lo que se trata es de darle su verdadero sentido, su valor y significado asociado a lo que Brecht sentenciaba como el verdadero fin último de toda ciencia (que se respete –agregaríamos): “la eliminación de la miseria humana”. ALFEPSI quiere ir a buscar la cientificidad y profesionalismo comprometidos con la lucha contra la miseria, contra la injusticia, los antivalores contenidos y producidos por las desigualdades, las exclusiones, el ejercicio del poder destructivo. Integración Académica en Psicología forma parte de su avanzada.

Aquí tendrán espacio para el diálogo las diferentes formas de pensar, de hacer y de decir. Un continente tan rico en sus formas narrativas, no puede ser limitado a una sola, por demás nacida desde circunstancias objetivas y subjetivas bien distintas a las de nuestra región. No se trata de mejor o peor, de buenas o malas.  Son narrativas distintas, adecuadas a sus contenidos, a sus actores, y a sus propósitos. Otra cientificidad está pujando por nacer en América Latina. Integración Académica en Psicología quiere ser su portavoz.

Estamos comenzando. Tenemos con nosotros una corta historia y un largo pasado. Un pasado histórico en el que lo mejor del pensamiento latinoamericano se revela constantemente en su asociación a las luchas por la independencia, la identidad, el derecho a hacer nuestra América Latina, en lo político, en lo cultural, en lo social, en lo ético. También en lo científico, en lo profesional.

Ahora queda que todos asumamos el compromiso de comunicarnos nuestras experiencias, nuestras reflexiones, de poner al alcance de todos los saberes y saberes hacer que producimos desde la diversidad de nuestros contextos, y desde la unidad de nuestros compromisos con América Latina, con el crecimiento de una Psicología hecha para, con y desde América Latina.

Integración Académica en Psicología acaba de abrir sus puertas.

Que no falte nadie a la cita.

Aquí los esperamos.

Manuel Calviño
Director

Yamandú Acosta      

Universidad de la República, Montevideo, Uruguay

 

Resumen

En el presente escrito, el autor se propone reflexionar sobre la constitución de la identidad en sus relaciones con la constitución de la humanidad desde Nuestra América. Se supone que dichos procesos son conflictivos y nunca acabados, como los procesos mismos de conformación de la humanidad, cuya relación se estima igualmente conflictiva así como inevitable. Nuestra América, como locus de constitución de identidad y humanidad tiene una doble dimensión tópica y utópica, que implica la referencia a un “nosotros”. Un “nosotros” tópico en proceso de constitución que es heterogéneo, diverso, conflictivo e inequitativo que encuentra en un “nosotros” utópico heterogéneo, diverso, conflictivo pero profundamente igualitario y fraterno el referente trascendental o idea crítico-reguladora para transformar el “nosotros” vigente y superar sus inequidades en la perspectiva de una constitución de identidad, la de “nosotros” los “nuestroamericanos” que sea un aporte a la humanidad desde y para nosotros, y también para los otros, los de la otra América y demás identidades geo-histórico-culturales del mundo, inclusión de la diversidad que es condición para la universalidad de lo humano.

Palabras clave: identidad, humanidad, psicología, América Latina.

 

Abstract

In this paper, the author aims to reflect on the constitution of identity in their relations with the constitution of humanity from our America. It is assumed that the processes of identity formation are conflicting and never finished, as the very processes of constituting humanity, whose relationship is troubled and also considers inevitable. Our America, as a locus of identity formation and humanity has two dimensions topical and utopian, involving the reference to a "we". A "we" being set up topic that is heterogeneous, diverse, conflicted and deeply unfair that in a "we" utopian heterogeneous, diverse, controversial but deeply egalitarian and fraternal the referent transcendental-critical regulatory or idea to transform the "we" force and overcome inequities in the perspective of a constitution of identity," us the “nuestroamericanos" which is a contribution to the creation of mankind from and for us and for the others, those of the other States and other identities geo-cultural history of the world, including the diversity that is set for the establishment of the universality of the human.

Keywords: identity, humanity, psychology, Latin America.

Introducción

La Unión Latinoamericana de Psicología (ULAPSI) ha convocado a debatir en torno a “La identidad latinoamericana de la psicología” y el presidente del comité organizador del V Congreso de dicha unión, el profesor psicólogo Carlos Lesino, con quien me une una larga amistad que el tiempo no ha hecho sino fortalecer, en conocimiento de mi también larga dedicación a la filosofía latinoamericana, me ha distinguido invitándome a exponer en la jornada de cierre de la actividad convocada –lo que agradezco tanto en su carácter de señal de amistad como de reconocimiento a mi trayectoria de investigación y reflexión– poniéndome frente al desafío de aportar una exposición que pueda ser pertinente al eje problemático de referencia de las exposiciones y debates de los tres días transcurridos.

La ubicación en la instancia de clausura del evento de un expositor que tiene en la filosofía su matriz disciplinaria de origen –aunque desde ella se haya abierto cada vez más a la multidisciplina, la interdisciplina, la transdisciplina y en definitiva, la indisciplina–, podría tal vez responder a la lectura hegeliana del lugar de la filosofía que se ofrece en el prefacio a la Filosofía del Derecho fechado en Berlín el 25 de junio de 1820, en el que se enuncia “Cuando la filosofía pinta el claroscuro, ya un aspecto de la vida ha envejecido y en la penumbra no se la puede rejuvenecer, sino solo reconocer: el búho de Minerva inicia su vuelo al caer el crepúsculo”( Hegel, 1968, p.37) .

No obstante, se trata en este caso de la filosofía latinoamericana, que en relación a Hegel, más allá de él y contra él, se constituye como un “filosofar matutino o auroral (que), … confiere al sujeto una participación creadora y transformadora, en cuanto que la filosofía no es ejercida como una función justificatoria de un pasado, sino de denuncia de un presente y anuncio de un futuro, abiertos a la alteridad como factor de real presencia dentro del proceso histórico de las relaciones humanas”(Roig, 1981, p. 15).

A través de la exposición en que comenzamos a introducirnos, se procura acompañar la iniciativa de la construcción de la identidad latinoamericana de la psicología. Esta, pienso, supone de modo propio desde América Latina, denuncia de este presente y anuncio de un futuro “abiertos a la alteridad como factor de real presencia dentro del proceso histórico de las relaciones humanas” , orientación de sentido teórico-práctico-estratégico-táctico sobre la que se ha venido muy probablemente debatiendo, que resignifica esta clausura en apertura hacia el horizonte de lo que debe ser porque puede ser y es valioso que sea en lo que a la identidad de la psicología en América Latina se refiere.

Ese pretendido acompañamiento consistirá en reflexionar sobre la constitución de la identidad en sus relaciones con la constitución de la humanidad desde Nuestra América.

Se suponen conflictivos y nunca acabados los procesos de constitución de identidad y por cierto los de constitución de humanidad, cuya relación se estima igualmente conflictiva así como inevitable. Parafraseando a Kant nos permitimos postular: constitución de humanidad sin constitución de identidad es ciega y constitución de identidad sin constitución de humanidad es vacía.1

La constitución de identidad es una mediación histórica –también psicológica– para la constitución de la humanidad desde que la posibilidad de ello no está dada de manera directa sino a través de diversas mediaciones. Más aún, lejos de haber ingresado en la historia humana en el marco de la sociedad hoy globalmente existente, se ha argumentado que nos encontraríamos tal vez apenas en “la prehistoria de la sociedad humana”.2

Nuestra América, como locus de constitución de identidad y humanidad tiene una doble dimensión tópica y utópica que en “Nuestra América” de José Martí de 1891 encuentra un fundamental referente discursivo en relación al cual potenciar la función utópica del discurso que al hacer a la constitución de “sujetividad”,3 lo hace a la de la identidad y a la de la humanidad.

Nuestra América como locus de constitución de identidad y de humanidad

Usar la expresión “nuestra América” para referirnos a la región geo-histórico-cultural que habitualmente llamamos América Latina o Latinoamérica, no obstante presentar algunos inconvenientes, presenta en comparación algunas ventajas.

Sin intencionalidad de hacerlo, “Latinoamérica” o “América Latina” que continúan teniendo valor de convocatoria en términos de unidad e integración hacia el interior de esta América y de correspondiente separación de la otra América, la del norte, la América sajona; implican en términos de construcción de identidad, y por tanto de humanidad, la invisibilización de lo indoamericano y lo afroamericano, componentes centrales de la identidad y la humanidad en esta América.

Por su parte, “nuestra América” implica la referencia a un “nosotros”. Un “nosotros” tópico en proceso de constitución que es heterogéneo, diverso, conflictivo e inequitativo que encuentra en un “nosotros” utópico heterogéneo, diverso, conflictivo pero profundamente igualitario y fraterno el referente trascendental o idea crítico-reguladora para transformar el “nosotros” vigente y superar sus inequidades en la perspectiva de una constitución de identidad, la de “nosotros” los “nuestroamericanos” que sea un aporte a la humanidad desde y para nosotros, y también para los otros, los de la otra América y demás identidades geo-histórico-culturales del mundo, inclusión de la diversidad que es condición para la universalidad de lo humano.

Como adelantamos en nuestra introducción a esta exposición, “Nuestra América” de José Martí, de cuya primera publicación en La Revista Ilustrada de Nueva York el 1 de enero de 1891 –simbólica y paradójicamente en la otra América– se cumplieron en 2011, ciento veinte años, aporta de un modo sustantivo, válido y vigente desde el punto de vista analítico-crítico-normativo a esta conflictiva y nunca acabada constitución de identidad y de humanidad, por lo que las orientaciones que en ella aparecen estarán presentes en nuestro actual desarrollo, aunque declinaremos de la tentación de reflexionar una vez más4 sobre ese texto-manifiesto filosófico, cultural y político que como clásico es relevante interlocutor del presente.

La identidad latinoamericana de la psicología: entre el Nuevo Mundo y Nuestra América

Sin temor a equivocarme puedo decir que el de la “identidad”, asunto sobre el que la convocatoria que hoy nos reúne, no es un simple “tema” seleccionado de forma aleatoria entre otros muchos posibles para un congreso de psicología, sino que tiene el rango de “problema”, y más estrictamente, de problema filosófico auténtico. Abonando esta tesis, señalaba Mario Sambarino en Morelia, Michoacán, México, en 1975 al reflexionar sobre la función socio-cultural de la filosofía en América Latina: “un problema filosófico es auténtico cuando se encuentra situado en relación con la problemática radical de una configuración socio-cultural” (Sambarino, 1976, pp. 171-172).

El de la “identidad” es un problema filosófico auténtico en tanto se encuentra situado en relación con la problemática radical de nuestra configuración socio-cultural “nuestroamericana”, así como por inclusión lo es el de la identidad de la psicología por lo que implica epistemológicamente en los fundamentos de la propia disciplina y en sus proyecciones prácticas a la constitución de la conflictiva y nunca acabada constitución de aquella identidad de la que forma parte, al aportar, sea a la constitución de identidades, sea a la constitución de identificaciones inerciales que usurpan el lugar de las identidades auténticas.

Para la elucidación del problema de “la identidad latinoamericana de la psicología” entiendo como válida y vigente la hipótesis con la que el filósofo chileno José Santos-Herceg en su magnífico libro Conflicto de representaciones. América Latina como lugar para la filosofía (Santos-Herceg, 2010), organiza su estudio crítico de la filosofía en América Latina, discerniendo entre “Filosofía en el Nuevo Mundo” y “Filosofar en Nuestra América” para concluir en la perspectiva de la “Filosofía en La Tempestad”.

La pregunta a la que el libro de José Santos responde es a la de la identidad latinoamericana de la filosofía. Para ello procedió desde la elucidación del lugar de la filosofía al sujeto de esta para retornar del sujeto al lugar. En cuanto al lugar, “América Latina”, encontró que compiten una multitud de representaciones, entre ellas, las del “Nuevo Mundo” y de “Nuestra América” le parecieron las más “extremas” y “antagónicas”, entendiendo que “al comenzar con la exacerbación de las diferencias se pondría más en evidencia la hipótesis: una cosa es la filosofía en el Nuevo Mundo y otra muy diferente la filosofía de Nuestra América” (Santos-Herceg, 2010, p. 264).

En efecto:

“América Latina en tanto que Nuevo Mundo es un lugar que fue soñado, luego inventado, invadido, conquistado, dominado y colonizado, por los españoles primero, pero por otros después de ellos. América Latina en tanto que Nuestra América es, por su parte una tierra desconocida, llagada por el sufrimiento y la muerte; es el sueño de la unidad pero sobre todo es reacción al dolor, resistencia a la dominación, lucha por la autonomía y la independencia. Diferentes representaciones de América Latina: dos lugares en uno” (ídem).

Estas diferentes representaciones desde las cuales se desarrolla el pensamiento filosófico motivan identidades contrapuestas de la filosofía en América Latina:

“La que surge en el Nuevo Mundo, en tanto que se trata de un lugar conquistado, dominado y colonizado, es una reflexión colonizadora, por una parte, y colonizada por otra. Aquella que nace en Nuestra América, por el contrario en tanto que aparece en el lugar de la amenaza y el dolor, pero también de la resistencia y sueño de liberación, es una reflexión que busca reaccionar, resistir en vistas de la emancipación: es una filosofía liberadora y que persigue liberarse”(ídem).

¿No será el caso de que la psicología en América Latina se ha desarrollado fundamentalmente en la lógica de la representación del Nuevo Mundo en la cual estaría implicada una identidad colonizada y colonizadora de su ejercicio que la harían funcional a la reproducción de la identidad colonizada y colonizadora de la porción de humanidad a cuya salud procura contribuir?

¿No estaremos justamente posicionándonos de manera crítica frente a esa orientación hasta hoy dominante, procurando para la psicología y sus efectos de realidad sobre la salud de la población a la que el ejercicio de aquella apunta a contribuir una identidad “liberadora y que persigue liberarse”?

¿No estará en juego en este discernimiento el del concepto mismo de salud en su dimensión psicológica tanto individual como social?

Parafraseando a José Santos, pero atendiendo a la identidad latinoamericana de la psicología como problema, nos permitimos sospechar que tal vez no existe “el” modo de ser de la psicología en América Latina, “sino que se pueden distinguir diferentes modalidades de acuerdo con el “lugar” en que” la psicología o –mejor aún– su sujeto se sitúe, esto es de acuerdo con su “lugar de enunciación”.

Asumiendo los riesgos de una “simplificación burda” como los que asume José Santos para discernir la efectiva identidad de la filosofía en América Latina, nos permitimos trascendentalizar para el problema de la identidad de la psicología “tres arquetipos de filósofos” que a su juicio “se pueden rastrear con nitidez” y que para nuestra pregunta referiría a tres arquetipos de psicólogos en Latinoamérica.

Esos tres arquetipos de la filosofía, trascendentalizados como arquetipos de la psicología en América Latina, aparecen simbólicamente representados en la figuras de Próspero, Ariel y Calibán a partir de una nueva revisita de La tempestad de William Shakespeare, que ha sido ya objeto de diversas revisitas desde América Latina, entre ellas las de José Enrique Rodó en su Ariel de 1900, la de Aníbal Ponce en su Humanismo burgués y humanismo proletario de 1935 y la de Roberto Fernández Retamar en su Calibán de 1971.

En atención a la misma obra de Shakespeare, Próspero de acuerdo a la lectura de José Santos “sirve como arquetipo del filósofo del poder, de la dominación”(ibíd. p. 266), acompañando a la cual serviría para nosotros hoy como arquetipo del psicólogo –y por lo tanto de la psicología– del poder, de la dominación. “El filósofo / Próspero –interpreta Santos– utiliza su saber y sus conocimientos para conseguir el control, para dominar a otros, transformando su conocimiento en magia negra, en un saber que encadena, que limita y coarta”. Sería, en clave de la identidad de la psicología en América Latina el arquetipo del psicólogo –y la psicología– del poder, de la dominación.

No obstante, la lectura que de Próspero hace Rodó en su Ariel en la que lo coloca desde la percepción de sus discípulos en la condición de “viejo y venerado maestro”, recupera el sentido del Próspero del final de la obra de Shakespeare, que como enfatiza Santos “destruye maleficios, arregla los entuertos, libera a Ariel, es una buena metáfora de este otro filósofo occidental –para nosotros ahora psicólogo occidental– cuyo objetivo no es la esclavitud sino la emancipación” (ibíd. p.270). Dominación y emancipación estarían entonces en la lógica de constitución y proyección de la acción del psicólogo occidental simbolizado en la figura de Próspero.

El segundo arquetipo está simbolizado en la figura de Ariel. Repasa Santos la elaboración que de él hace José Enrique Rodó en la obra que lleva ese nombre y en donde lo caracteriza diciendo “Ariel es el imperio de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad: es el entusiasmo generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la espiritualidad de la cultura, la vivacidad de la gracia y la inteligencia, el término ideal a que asciende la selección humana, rectificando en el hombre superior los tenaces vestigios de Calibán” (Santos-Herceg, 2010, p.270).

Luego comenta: “No es ningún secreto que Ariel ha servido de arquetipo del pensador latinoamericano. “Mezcla de esclavo y mercenario”, como habría dicho Aníbal Ponce. El filósofo en el Nuevo Mundo, en aquel lugar que ha sido conquistado y dominado, es un pensador colonizado. Aquél pensador que queda atrapado en/por una filosofía colonizada, que lo único que logra hacer es actuar con los designios del maestro” (ibíd. p.272).

Poniendo al psicólogo en el lugar del pensador, Ariel sería el arquetipo del psicólogo latinoamericano, “mezcla de esclavo y mercenario” de acuerdo a la caracterización de Ponce, el psicólogo en el Nuevo Mundo, en aquel lugar que ha sido conquistado y dominado, es un psicólogo colonizado. Aquel psicólogo que queda atrapado en/por una psicología colonizada, que lo único que logra es actuar con los designios del maestro. De esta manera Ariel actúa con los designios de Próspero, el psicólogo latinoamericano en el Nuevo Mundo, cumple con los designios del psicólogo occidental en un ejercicio de la psicología en el que cohabitan el sentido de la dominación y el de la liberación.

El lugar del pensador latinoamericano en el preciso registro de “los pensadores de lámparas” a que se refería Martí (Martí, 2010, p. 15) en “Nuestra América” es el “despacho”. Allí el pensador latinoamericano se “abstrae del mundo y de sí mismo. A medida que profundiza en sus lecturas, se despersonaliza e ingresa en el logos de filosofías ya dichas”. … “La universalidad de la filosofía nace allí. El despacho se vuelve una suerte de pasadizo al no-lugar de la filosofía” (Sánchez, 2005, p.273).

¿Cabría la comparación entre el despacho del pensador latinoamericano en el registro de “los pensadores de lámparas” y el consultorio del psicólogo latinoamericano? ¿Podrá ser el consultorio un lugar en que el psicólogo latinoamericano se abstrae del mundo y de sí mismo y a medida en que profundiza en sus lecturas –que son de seres humanos5 pero por la mediación de lecturas de libros6 –se despersonaliza e ingresa en el logos de psicologías ya dichas? ¿Será el consultorio el lugar en el que nace la universalidad de la psicología? ¿Así como el despacho del filósofo latinoamericano, podrá ser el consultorio del psicólogo del Nuevo Mundo el pasadizo al no lugar de la psicología? Todas estas preguntas se tornan razonables en la verosímil trascendentalización al campo de la psicología de Ariel como arquetipo del psicólogo latinoamericano cuyo lugar de enunciación parece no abandonar del todo el Nuevo Mundo, ni aspirar a situarse del todo desde Nuestra América.

El tercer arquetipo, Calibán, es el que al simbolizar al pensador latinoamericano que definitivamente hace de Nuestra América su lugar de enunciación, podría de acuerdo a nuestra pretensión de analogía hacerlo con el psicólogo latinoamericano como sujeto de una identidad latinoamericana de la psicología en el sentido de psicología “liberadora y que persigue liberarse” como propia de esta, Nuestra América.

Calibán es, como recuerda Roberto Fernández Retamar quien lo propone como “metáfora-símbolo” de la cultura latinoamericana”, el que “aprende la lengua de Próspero y la utiliza para maldecirlo”: “Me habéis enseñado a hablar, y el provecho que se ha reportado es saber cómo maldecir ¡Que caiga sobre vos la roja peste por haberme inculcado vuestro lenguaje! … Que todas las mismas que absorbe el sol de los pantanos, barrancas y aguas estancadas caigan sobre Próspero y lo hagan morir a pedazos!”(Santos-Herceg, 2010, p. 273).

“El filósofo/Calibán –comenta Santos– es el que –en términos de Fernández Retamar– logra “romper sus nexos de dependencia con la cultura metropolitana que le enseñó el lenguaje, el aparato conceptual y técnico. Ese lenguaje, en la terminología shakespereana, le servirá para maldecir a Próspero” (Santos-Herceg, 2010, p. 274).

En nuestra propuesta al arquetipo del filósofo/Calibán corresponde la del psicólogo/Calibán quien logra romper sus nexos de dependencia con la psicología metropolitana que le enseñó el lenguaje, el aparato conceptual y técnico. Ese lenguaje que, ahora en el plano de la psicología, le servirá para maldecir a Próspero.

También Calibán –señala Santos–, con intención de fecundar a Miranda, la hija de Próspero para “multiplicarse en el mestizaje”, intenta violarla. Comenta Santos el sentido profundo de este intento: “el filósofo/Calibán es el violador de las hijas de Occidente, de sus ideas, de su filosofía: se apropia de ellas, las toma quizás a la fuerza pues no han sido destinadas para él y busca preñarlas, busca engendrar pensamientos híbridos, nuevos. Ideas algo monstruosas para Occidente, por ser hijas de Calibán, el monstruo de los monstruos. Un engendro que no tiene salvación posible, condición que sus hijos, sean o no de Miranda, compartían” (Santos-Herceg, 2010, p. 274) ¿No podrá ser el psicólogo/Calibán de Nuestra América el violador de las hijas de Occidente, de sus ideas, de su psicología, quien se apropia de ellas tomándolas quizás a la fuerza pues no han sido destinadas para él y procura preñarlas para engendrar conceptos y categorías de análisis híbridos, nuevos en el campo de la psicología? ¿Aceptará Occidente esos engendros o aplicará el argumentum ad hominem y por ser hijos de Calibán, monstruo de los monstruos, los descalificará como “maldecir” en cuanto “balbuceo” sin pertinencia teórica, en particular si además son hijos de la violación? ¿Qué pasará con el psicólogo/Ariel? ¿Hará suya la condena a la condena del psicólogo/Calibán y su psicología emergente por parte del psicólogo/Próspero para permanecer al amparo de su universalidad, o tomará riesgo y se aventurará a dialogar las alternativas emergentes desde Nuestra América y a incluirlas con el criterio de pertinencia en su teoría y en su práctica?

Finalmente, nos recuerda José Santos atendiendo con detenimiento y rigor analítico e interpretativo a La tempestad, “El filósofo/Calibán es también, en algún sentido, el traidor que niega el legado europeo que se le ha ofrecido junto con el dolor de la conquista” (Ibíd, p. 275). Agrega Santos sobre este sentido del Calibán de Shakespeare trascendentalizado a la filosofía desde Nuestra América: “Ese es el reproche de Calibán: maldice a Próspero por haberle enseñado a hablar. Lo maldice por su legado cultural y lo odia por ello, cerrándose a asumirlo como irreversible. Este filósofo/Calibán piensa que negando la tradición europeo-occidental, matándola, logrará recuperar su lugar original y para ello tiende a recurrir a nuevos aliados, cayendo en nuevas dependencias. La experiencia es frustrante: lo único que consigue es una esclavitud aún más patética” (Santos-Herceg, 2010, p.276).

¿No se describe aquí el riesgo que podría correr el psicólogo/Calibán si se orientara a cometer parricidio en nombre de su liberación como psicólogo y de la liberación de, con y desde la psicología en Nuestra América, recurriendo para ello a nuevos aliados que podrían llevarlo a nuevas dependencias y a una esclavitud aún más patética? ¿No se vería arrastrado el psicólogo/Ariel a los efectos negativos no intencionales mencionados si acompañara sin discernimiento al psicólogo/Calibán en el crimen de parricidio en nombre de su liberación como psicólogo y de, con y desde la psicología en Nuestra América? ¿Deberá abandonar su consultorio en cuanto “pasadizo al no lugar de la psicología” o deberá transformarlo en lugar para ella llenándolo con los significados y sentidos de la realidad circundante en condición de criterios de mediación validantes para las fórmulas de la psicología occidental?

Repasando los tres arquetipos analizados en lo que a la identidad de la filosofía en América Latina se refiere, Santos-Herceg escribe:

“El filósofo/Próspero es, en cuanto filósofo europeo, tanto el pensador del poder, del dominio, como el de la liberación. El filósofo/Ariel, por su parte, es tanto el pensador libre como esclavo o, dicho más correctamente, es esclavo en tanto que libre, etéreo, desvinculado de su mundo, de su contexto. El filósofo/Calibán, finalmente, por un lado es el pensador consciente de su dependencia, arraigado en su tierra y comprometido con su liberación, pero que, por otro, tiende a la negación del legado occidental” (Ibíd., p. 276).

Esta síntesis vale para el psicólogo latinoamericano, su psicología y el problema de su identidad, alcanzando con poner “psicólogo” allí en donde se habla del “filósofo” o el “pensador”.

En conclusión, pero aplicando a la psicología lo que se enuncia respecto de la filosofía: “La filosofía del Nuevo Mundo sería la de los Prósperos y Arieles, la filosofía de Nuestra América sería la de los Calibanes. Habría entonces, al menos dos modos de ser filósofo latinoamericano: habría que moverse entre Ariel y Calibán” (Ibíd., p. 276).

Esto quiere decir que, más allá de la aparente incompatibilidad que parecería surgir de la lectura propuesta entre la psicología en el Nuevo Mundo y la psicología en Nuestra América como lugares de enunciación y entre Ariel y Calibán como los arquetípicos psicólogos que las sustentan y la dominación y la liberación como sus orientaciones últimas de sentido, se da en América Latina una situación más compleja por la que los lugares de enunciación, los arquetipos y sus orientaciones de sentido “conviven de forma conflictiva a ratos, armónicamente en otros momentos” (Ibíd., p. 277).

Parafraseando finalmente a José Santos-Herceg de cuyo excelente análisis respecto a la identidad de la filosofía en Latinoamérica hemos hecho uso y abuso para nuestro propósito de efectuar un planteo pertinente, válido y vigente sobre “la identidad latinoamericana de la psicología”, nos permitimos concluir esta parte de nuestra exposición , señalando: la psicología “en el continente no es la de Próspero, ni la de Ariel o la de Calibán, sino que es la de todos ellos”: es una psicología “en la tempestad”.7

Constitución de identidad, constitución de humanidad desde Nuestra América

El desarrollo hasta aquí efectuado proporciona un cuadro de discernimiento suficiente para cobrar conciencia que la identidad latinoamericana de la psicología tanto como de la filosofía son problemas complejos que hacen conflictivo y nunca acabado el proceso de constitución de dichas identidades.

A partir de aquí la identidad de las disciplinas pasará a un segundo plano para poner en el primero la de los sujetos que en América Latina al practicar el ejercicio de dichas disciplinas ha venido contribuyendo –intencional o no intencionalmente– a constituir.

Otro filósofo chileno –vale la aclaración, ya que de identidades se trata–, Helio Gallardo, en un planteo que hago mío a los efectos de abordar la problemática que me he fijado en el desarrollo que sigue, aporta un discernimiento a mi juicio muy pertinente, entre “identificaciones” que son aquellas que tienen lugar desde la lógica del poder con efectos de radical heteronomía en los procesos de constitución de “identidades” populares, y estas últimas, las que como tales, solamente pueden hacerse efectivas en procesos de auto-reconocimiento y autoposición de los sujetos populares en sus procesos de articulación, organización y activación “desde abajo”, habilitando una superación crítica de aquellas “identificaciones”. Escribe Gallardo en este sentido: “Moverse contra el carácter del poder autoritario y la sujeción a identificaciones inerciales contiene la autoconstitución de sujetos (autonomía). El concepto contiene un plano abstracto y uno situacional, testimonial y específico: el de la producción y auto producción de identidades populares efectivas” (Gallardo, 2006, p. 115).

Sin pretenderlo, las consideraciones de Gallardo expresan categorialmente el sentido último de las luchas por la independencia de hace doscientos años en la región y por cierto también las luchas a lo largo de los doscientos años transcurridos desde aquella primera independencia con motivación y horizonte de emancipación humana que de forma muy limitada se anunciaba en la idea de una nunca alcanzada segunda independencia (Roig, 2003).

Pueden señalarse las “identificaciones inerciales” instituidas por el poder colonial en el marco de su proyecto colonizador, “salvajes” en el caso de los habitantes originarios, “esclavos” en el de los negros cazados en África y esclavizados para aportar en el Nuevo Mundo la fuerza de trabajo que aquellos “salvajes” no tenían capacidad para aportar, “vagos y mal entretenidos” en el caso de los “gauchos” que resultaban de la mezcla de aquellos otros con españoles, portugueses y sus descendientes, y que se encontraban en los territorios que hoy ocupan Argentina, el sur de Brasil y Uruguay, por lo que adoptamos a modo de ejemplo una perspectiva regional. Estas “identificaciones” procuraban legitimar la dominación colonial sobre estos territorios y sus poblaciones, e internalizadas por estas últimas, reproducirlas y consolidarlas.

Confrontando con el poder colonial y su proyecto colonizador de dominación y “desde abajo” en la relación con este, en el marco de una coyuntura específica del poder real español, que potenció y articuló intereses, tendencias e intenciones que venían cobrando cuerpo entre aquellos diferentes sojuzgados por ese poder colonial, nace el proceso libertador-independentista que en su marcha se va configurando como proyecto alimentado por las emergentes “identidades” producto de la autoestima y el auto-reconocimiento de quienes se sienten ahora “americanos” y no ya europeos de segunda clase, al punto tal de distanciarse críticamente de los “malos europeos” y –el énfasis no es inocente– de los “peores americanos”, esto es aquellos nacidos en el Nuevo Mundo pero que se ponen del lado del poder colonial europeo.

Desde esta nueva identidad efectiva y auténtica de “americanos” que se define por la oposición a quienes desde el poder colonial la niegan, los “malos europeos” y los “peores americanos”, tal como surge de la letra y el espíritu del Reglamento Provisorio de 1815 de José Artigas “para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados”, se ejerce –con los límites inevitables de lugar y tiempo– una política universalista en los términos de una discriminación positiva al poner en obra la tesis de “que los más infelices sean los más privilegiados”, que implica el reconocimiento en términos de dignidad humana de sectores subalternos “negros”, “mulatos”, “zambos” y “criollos pobres”. Tienen lugar así nuevas “identificaciones”, ahora desde el poder revolucionario naciente y su identidad “americana”, que derivarán en la dialéctica de las “identificaciones inerciales” y las “identidades efectivas” o “auténticas” hasta el presente.

El proceso y proyecto libertador-independentista, una vez triunfantes las luchas por la independencia, consagran los nuevos estados por mediación de las primeras constituciones republicanas del siglo xix. Estas implican la consagración de nuevas identidades políticas que promueven nuevas identidades nacionales en territorios en los que, o no había ninguna nación constituida, o en los que la o las existentes eran negadas, arrasadas y también fragmentadas por las fronteras de estas nuevas identidades políticas y sometidas a una cohabitación en la que no obstante ser invisibilizadas y marginalizadas persistieron en su identidad hasta el presente, cuando no fueron objeto de exterminio en la lógica del asesinato fundante de los nacientes estados nacionales americanos. En ese contexto post-independencia se asiste a la emergencia de proyectos y procesos contrapuestos que se disputan la dominación y la hegemonía: el “proyecto conservador” y el “proyecto modernizador” o “civilizador”.

El “proyecto conservador” tiene como horizonte reproducir y mantener el orden colonial, pero sin Europa. Ese proyecto, no obstante el “proyecto modernizador” o “civilizador” puede haber calado hondo al punto tal de poder pensarse como acontece en Uruguay que es el que ha constituido el estado y la nación, se mantiene vigente hasta el presente a ciento ochenta y dos años de república, si nos remitimos a nuestra primera Constitución uruguaya de 1830. Como lúcidamente observó Martí en 1891 “la colonia continuó viviendo en la república” (Martí, 2010, p. 12) y podemos decir hoy que continúa viviendo entre nosotros.

El “proyecto modernizador” o “civilizador” se articula sobre la dicotomía “civilización o barbarie” que Domingo Faustino Sarmiento expresara paradigmáticamente en su Facundo de 1845.

Los procesos de modernización en el horizonte de ese proyecto suponen dejar atrás y superar por su negación –o su exterminio– la “barbarie” propia de lo indígena, lo afro, lo mestizo, lo gaucho y también lo ibérico, en la imposición de la “modernización” que remite en sus inicios a otros modelos europeos –Francia primero e Inglaterra después– y que ya en el último tercio del siglo xix comienza a tener a los Estados Unidos de América como su fundamental horizonte.

El “proyecto colonizador” ibérico en el Nuevo Mundo es en cierto sentido “moderno” pues es plausible la hipótesis que hace del “descubrimiento” de América en 1492 el nacimiento de la modernidad. Aunque es “anti-moderno” en lo fundamental porque procura imponer al Nuevo Mundo estructuras –económicas, políticas, religiosas, culturales, mentales–“premodernas”. De esta manera la “anti-modernidad” que establece y procura reproducir y consolidar la “pre-modernidad” en el Nuevo Mundo, se constituye en la condición de posibilidad de desarrollo de la “modernidad” en el Viejo Mundo más allá de las fronteras ibéricas.

El “proyecto conservador” post-independencia, conserva, reproduce y procura consolidar ese sentido “anti-moderno” en el Nuevo Mundo, preservando las virtudes de la “pre-modernidad” funcionales a los intereses de quienes lo sustentan y bloqueando de esa manera el libre despliegue de la lógica de la modernidad en estos territorios.

En compulsa con el “proyecto conservador” en lo que este tiene de “anti-moderno”, pero también con las identidades “pre-modernas” (pueblos originarios, africanos esclavizados y sus descendientes, distintos tipos de mestizos) es que el “proyecto modernizador” procura imponer su hegemonía. Más aún, la “pre-modernidad” es una construcción categorial de la “modernidad” en la que se expresa y constituye esa hegemonía: “modernidad” y “pre-modernidad” no designan condiciones diferentes que tienen entre sí una relación simétrica, sino que en tanto ambos conceptos y su relación se acuñan desde la “modernidad” y con el sentido de la afirmación de ella, “modernidad” como sinónimo de “civilización” es lo superior que como sentido de futuro debe ser afirmado y la “pre-modernidad” como sinónimo de “barbarie” es lo inferior que como mero pasado sin sentido de futuro debe ser negado. En esta perspectiva, hablar de “identidades pre-modernas” es aportar en el marco de lógicas de dominación la constitución de “identificaciones inerciales”. En cambio, hablar de “identidades trans-modernas”, habilita transformar “identificaciones inerciales” producidas desde lógicas de dominación de las cuales se tornan reproductoras, en “identidades autónomas” que a través de un auto-conocimiento y auto-reconocimiento despliegan resistencia y activación que irrumpen como ejercicios de liberación.

A diferencia de las “identidades pre-modernas”, las “identidades trans-modernas” no serán ya “identificaciones inerciales” que producidas desde la modernidad, son funcionales a sus lógicas de dominación.

En el sentido en que lo ha señalado el filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel desde Nuestra América:

Para la superación de la “Modernidad” (no como Post-modernidad que ataca a la razón en cuanto tal, desde el irracionalismo de la inconmensurabilidad, sino como Trans-Modernidad, que ataca como irracional a la violencia de la Modernidad, en la afirmación de la “razón del Otro”), será necesario negar la negación del mito de la Modernidad. … Al negar la inocencia de la “Modernidad” y al afirmar la Alteridad de “el Otro”, negado como víctima culpable, permite “des-cubrir” por primera vez la “otra cara” oculta y esencial a la “Modernidad”: el mundo periférico colonial, el indio sacrificado, el negro esclavizado, la mujer oprimida, el niño y la cultura popular alienadas, etcétera (las “víctimas” de la “Modernidad”) como víctimas de un acto irracional (como contradicción del ideal racional de la misma Modernidad (Dussel, 1992, pp. 246-247) .

Así como la “Trans-Modernidad” se descubre como condición de posibilidad de la “Modernidad” misma, en lugar de quedar reducida como un pasado sin validez ni vigencia que la “Modernidad” ha consagrado en la categoría de “Pre-modernidad”; las “identidades transmodernas” se descubren como condición de posibilidad de las “identidades modernas” y se ponen en la perspectiva de emanciparse a partir de la superación crítica de las “identificaciones inerciales” en términos de “pre-modernidad” producidas por la “Modernidad” para legitimar y ejercer su dominación.

La “Post-Modernidad”, entendida como profundización de la Modernidad en sus ejes nihilista, anti-universalista y antiemancipatorio,8 fragmenta las identidades modernas promoviendo nuevas “identificaciones inerciales” desde el poder del Mercado totalizado amparado en su reproducción por el poder del Estado, pero al igual que la “Modernidad” parece encontrar un límite en su capacidad de fragmentación en las identidades “transmodernas”, especialmente en las capacidades de resistencia de las comunidades andino-amazónicas que emergen como antiguas-nuevas identidades a partir de las conmemoraciones de los 500 años del “descubrimiento” de América, emergencias que se proyectan a lo largo de la primera década del siglo xxi, consagrando nuevas Constituciones –Ecuador, 2008 y Bolivia 2009– y definiendo con ellas nuevos estados plurinacionales como identidades políticas emergentes desde la autonomía que la lógica de la “TransModernidad” hasta entonces tejiendo en las sombras, se constituye hoy en presente que interpela crítico-constructivamente a la “Modernidad” y la desafía como horizonte alternativo de futuro.

Estas identidades “Transmodernas” son evidencia empírica de resistencia y emergencia tanto frente al proyecto colonizador como al independentista en sus derivadas como proyectos conservador y modernizador. Ellas un aportan fundamento comunitario al que ha sido conceptualizado por Leopoldo Zea como “proyecto asuntivo”9 y que también podemos caracterizar como “proyecto identitario”.

En el universo del discurso letrado en Latinoamérica, expresiones con fuerte capacidad de proyección en el universo discursivo y –eventualmente– por su mediación y la de los letrados que lo asumen, en el universo social, Nuestra América de José Martí de 1891 y Ariel de José Enrique Rodó de 1900 –entre otros– no obstante sus diferencias, expresan y promueven el “proyecto asuntivo” con validez y vigencia instituyente10 hasta nuestros días más allá de sus limitaciones de época.

Tanto el primero más próximo al sentido de Calibán como el segundo, declaradamente en el sentido de Ariel – sentidos entre los que se define la identidad latinoamericana de la psicología y su capacidad de aporte a la constitución de identidades liberadoras– aportan en su discurso tanto a nivel de la enunciación como de lo enunciado la emergencia identitaria o asuntiva de lo que histórico-culturalmente somos a través del discernimiento crítico de las representaciones alienadas y alienantes de lo que pretendemos ser.

Expresan y orientan la constitución de “identidades auténticas” a través del discernimiento de las “identificaciones inerciales”, si nos atenemos a la conceptualización propuesta por Helio Gallardo.

En el contexto actual que se inicia en la década de los 70 del siglo pasado con los cambios en la lógica de acumulación capitalista, la transición de la matriz estadocéntrica a la matriz mercadocéntrica será mediada desde el ejercicio del terrorismo de estado de las dictaduras militares con el que procurarán destruir las identidades revolucionarias que se venían gestando desde los tempranos 60 e imponer “identificaciones inerciales” sobre las que hacer asimilable la destrucción del estado de derecho social y su sustitución por el estado de hecho dictatorial, como mediación para el estado de derecho neoliberal en el que la doctrina de la “seguridad nacional” se convierte en la lógica de funcionamiento del estado hegemónico planetario, la que declina en los estados periféricos a favor de la doctrina de la “seguridad mercantil” del nuevo estado de derecho posdictadura. Década de los 80 de transición a la democracia y década perdida para el desarrollo en América Latina; década de los 90, omnipresencia de la globalización cuya estrategia se profundiza en las primeras décadas del siglo xxi por las que estamos transitando.

Las “identificaciones inerciales” pasan por la figura del “ciudadano-propietario-súbdito-consumidor-elector” que expresa la hegemonía que hace a la legitimación y reproducción del nuevo orden posautoritario y postransicional.11

De acuerdo a los discursos dominantes, parecieran haberse abolido las clases sociales, y con ellas, las identidades de clase.

En lugar de las clases, “sujetos”, “actores” y “ciudadanía” pero en la lógica de un capitalismo globalizado, profundizado y totalizado, en que estas pretendidas nuevas identidades sociales, culturales y políticas, parecieran resultar en última instancia funcionales a la lógica de la modernidad y a la del capitalismo como su lógica económica, por lo que bajo la pretensión de ser identidades emergentes auténticas –desde abajo– podrían resultar resignificadas como identificaciones inerciales –desde arriba– funcionales a la ontología de la modernidad capitalista.

Es por ello tal vez, que las identidades emergentes no logran superar su fragmentación y no pasan de manera dominante del nivel óntico de la crítica. Viejos-nuevos sujetos emergentes como son los pueblos originarios andino-amazónicos a quienes ya nos hemos referido, parecen desplegar una lógica de movimientos comunitarios –en un sentido ancestral de “comunidad” que implica también a los espíritus y la naturaleza–, tal vez con capacidad de trascender el nivel óntico de la crítica hacia el nivel ontológico y aún al nivel transontológico, por trascender desde su trans-modernidad la lógica de la modernidad la que tal vez no pueden trascender los, así llamados, “nuevos movimientos sociales”.12

Las nuevas identidades auténticas emergentes en nuestra región rioplatense no pueden responder a la lógica de constitución de los viejos-nuevos sujetos andino amazónicos, ni recrear “movimientos comunitarios” trans-modernos donde –en todo caso– emergen “movimientos sociales” modernos. No obstante, allí donde la “comunidad” no es un ámbito significativamente vigente de lo humano en términos de lo instituido, es siempre posible la articulación de las identidades sociales emergentes y sus luchas, como forma de superar la fragmentación y procurar evitar la metabolización de estas como “identificaciones inerciales” funcionales a la reproducción de la modernidad capitalista, en lugar de serlo a su afirmación y emancipación humana.

De todas maneras, al modo de “la colonia en la república” –si recordamos el pasaje de Martí– o del hombre viejo en el “hombre nuevo” –si pensamos ahora en la perspectiva cristiana de revolución antropológica que como idea-fuerza impregnó en su momento el campo ético-político latinoamericano desde la prédica y la práctica de Ernesto Che Guevara; las lógicas de identificación con sus “identidades inerciales” persisten con recurrencia en los procesos de afirmación de “identidades auténticas”, por lo que la constitución de estas y, por su mediación, la constitución de humanidad, es un proceso “conflictivo y nunca acabado”.13

A priori antropológico

De acuerdo a Arturo Andrés Roig, la filosofía comienza allí donde se ejerce el a priori antropológico, ejercicio que implica la emergente constitución de un sujeto. La tesis de Roig se formula en la perspectiva de fundamentar la filosofía latinoamericana, sus comienzos y recomienzos que suponen esa emergente afirmación de humanidad.

La filosofía latinoamericana, de acuerdo a Roig, “se ocupa de los modos de objetivación de un sujeto, a través de los cuales se autorreconoce y autoafirma como tal”, agregando que tales “modos de objetivación son, por cierto, históricos y no siempre se logra a través de ellos una afirmación de sujetividad plena” (Roig, 1993, p. 105).

Propongo ahora trasladar esa tesis a nuestra cuestión de la identidad latinoamericana de la psicología y enunciar que la psicología latinoamericana se ocupa de los modos de subjetivación de un sujeto, a través de los cuales se autorreconoce y autoafirma. Podemos agregar con Roig, pero ahora para la subjetividad a la que la psicología latinoamericana procura contribuir en sus procesos de autorreconocimiento y autoafirmación, que esos modos de subjetivación son, por cierto, históricos, y no siempre se logra a través de ellos una afirmación de subjetividad plena.

Ahora no nos interesará en especial la cuestión de la constitución de la filosofía latinoamericana a través de sus comienzos y recomienzos, ni tampoco la de la psicología latinoamericana en análogas emergencias de las que la de estos tres últimos días puede ser una muy significativa. Nos centraremos en la constitución del sujeto, su identidad y su humanidad, tanto en sus modos de objetivación que hacen a su sujetividad –a la que aportará la filosofía latinoamericana– como en los de su subjetivación que configuran su subjetividad –en los que la psicología latinoamericana contribuirá significativamente– en el ejercicio del a priori antropológico.

El ejercicio del a priori antropológico, más que un acto puntual, es un proceso de carácter a posteriori respecto a procesos, prácticas o relaciones que impliquen, negación, invisibilización o sojuzgamiento de ese sujeto.

En el marco de un sistema, de relaciones sociales, de lógicas institucionales o de prácticas puntuales en América Latina que con efectos de negación, invisibilización y sojuzgamiento producen “identidades inerciales” que hacen la heteronomía de los modos de objetivación y de subjetivación de los sujetos, se dan las condiciones para que pueda acaecer la emergencia del a priori antropológico y con ella la constitución del sujeto en términos de una “identidad auténtica” que en sus sentidos de afirmación, visibilización y liberación, la filosofía latinoamericana y la psicología latinoamericana pueden acompañar.

El “a priori antropológico” es caracterizado como “ponernos a nosotros mismos como valiosos” y “tener como valioso conocernos por nosotros mismos” (Roig, 1981, pp. 9-17).

Expresa Roig:

Aquella afirmación de sujetividad es condicionante, pero inevitablemente también condicionada. Hacemos nuestras las circunstancias, mas también ellas nos hacen. Debido a esto la historia de aquel acto de afirmación nos muestra un elevado grado de contingencia y el desarrollo del proceso de autorreconocimiento y autoposición, muestra comienzos y recomienzos.

Mas, el valorar un momento y proponer un comienzo implica una prospectividad, una posición proyectiva desde la cual no solo se mira con una actitud constructiva hacia delante, sino que se mira hacia atrás con igual signo. Se trata de una objetividad que no renuncia al punto de vista inevitablemente subjetivo. Aquí “subjetividad” y “sujetividad” se identifican. Ponemos en juego un derecho respecto de nuestro pasado, el de medirlo respecto de un futuro vivido desde este presente. De ahí la selectividad inevitable en la determinación acerca de lo que sea “hecho histórico” o no para ese sujeto y también la necesidad de fijar el criterio desde el cual se pone en ejercicio.

De este modo surge un tipo de narratividad que es proyectivo, es decir que no se queda en lo constatativo y que, todavía más, reviste pretensión de performatividad. Vale decir, que su enunciado describe una determinada acción del locutor, y su enunciación tiene la pretensión de ser el equivalente al cumplimiento de la misma (Roig, 1993, pp.105-106).14

Referidas por Arturo Andrés Roig las líneas que anteceden a la constitución de la filosofía latinoamericana como aquella que se ocupa de los modos de objetivación de un sujeto –y aplicables según mi propuesta a la constitución de la psicología latinoamericana– como aquella que se ocupa de los modos de subjetivación del mismo sujeto, cuya narratividad ejerce un derecho de selección hacia el pasado –no arbitrario sino con el criterio de su autorreconocimiento– y una pretensión de performatividad hacia el futuro que hace a la proyección histórica de esa afirmación, ellas valen a mi modo de ver, para dar cuenta de las lógicas que intervienen en la constitución de “identidades auténticas”, que implican historicidad e historización frente a la naturalización que impone las “identificaciones inerciales” y por lo tanto da cuenta también de la legitimidad de esas lógicas en términos antropológicos.

Autoconocimiento y reconocimiento en Nuestra América

Del mismo modo que hemos afirmado que la construcción de la memoria, entendida como condición de posibilidad para la constitución de identidades auténticas, supone la interlocución con una historia que en el horizonte de ese proceso “conflictivo y nunca acabado” de constitución, sea capaz de discernir hechos y procesos históricos a través de la desnaturalización de estos por su historización, afirmaremos ahora que en la perspectiva de constitución de dichas “identidades auténticas” en Nuestra América, es fundamental el “autoconocimiento”, esto es, el conocimiento de nosotros mismos por nosotros mismos. Afirmaremos también que este “autoconocimiento” en tanto que somos un “nosotros” en proceso de constitución “conflictivo y nunca acabado”, implica el “reconocimiento” y el respeto en términos de igual dignidad de las alteridades y diferencias que lo constituyen, aunque también el señalamiento crítico de aquellas cuya posición –política, social, económica, cultural– implica ejercicio –sea intencional o no intencional– de asimetrías y por lo tanto, de dominación.

El horizonte de constitución de un “nosotros” que pueda superar las lógicas de dominación implícitas en las “identificaciones inerciales”, implica que la afirmación de la buena vida o de la humanidad de unos, no implique la negación de la de otros.

Este criterio vale para “nosotros los latinoamericanos” pero también para cualquier otro nosotros que al interior de este o en relación con él, pueda reconocerse.

La prioridad para “nosotros” es conocernos para asumirnos y proyectarnos con discernimiento. Este conocimiento, que es “autoconocimiento” no ensimismado, implica discernir y elaborar el marco categorial que al desprenderse de nuestras formas características de sentir, pensar y actuar, haga posible un reconocimiento de nuestras diferencias sin que ello implique convalidación de las asimetrías, que es condición para relaciones horizontales de “reconocimiento” con otros “nosotros”.

Pero el “reconocimiento” de nuestra humanidad, depende en lo fundamental de que al interior de “nosotros mismos” tengamos la capacidad de discernir los inerciales y recurrentes espacios de inhumanidad que nos acompañan para superarlos.

Afirmar la humanidad supone a partir de nuestro autoconocimiento la transformación de nuestra humanidad a los efectos de que nuestra afirmación no implique la deshumanización de los otros.

Para transformar la humanidad a los efectos de que el reconocimiento no sea solo una retórica para convalidar la deshumanización y el sometimiento –y esto vale para las relaciones al interior de cada “nosotros” como para las relaciones entre los diversos “nosotros” existentes o posibles–, se trata de echar por tierra “todas las relaciones en las cuales el hombre es un ser envilecido, humillado, abandonado, despreciado” (Marx, 1968, p. 15).

Sin el cumplimiento de este imperativo categórico en la producción y reproducción de la cotidianidad, las luchas por la identidad y el reconocimiento no podrán ir más allá de una retórica de la afirmación de lo humano sin exclusiones, y correrán el riesgo de ser discursos funcionales a la reproducción de diversas exclusiones del ámbito de lo humano que se pretende legítimamente universal.

Bibliografía

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Gallardo, H. (2006). Siglo XXI. Producir un mundo. Editorial Arlekín, San José, Costa Rica.

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Marx, C. (1968). “Prólogo a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”, en Guillermo Federico Hegel Filosofía del Derecho. Editorial Claridad, Buenos Aires. Quinta edición.

Sambarino, M. (1976). “La función socio-cultural de la filosofía en América Latina”, en id. et al, La filosofía actual en América Latina. Editorial Grijalbo, México.

Sánchez, C. (2005). “Escenas del cuerpo escindido. Ensayos cruzados de filosofía, literatura y arte”. I Chile: escenas de la filosofía, el cuerpo mórbido, género y perfomance. Arcis/Cuerpo Propio, Santiago.

Santos-Herceg, J. (2010). Conflicto de representaciones. América Latina como lugar parta la filosofía. FCE, Santiago, Chile.

Roig, A. A. (1981). Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. FCE, México.

_______. (1993). Rostro y filosofía de América Latina. EDIUNC, Mendoza, Argentina.

_______. (2013). Necesidad de una segunda independencia. Universidad Nacional de Río Cuarto, Río Cuarto, Córdoba, Argentina.

Notas

1. En la “Lógica Trascendental”, bajo el título “De la lógica en general”, Kant expresa: “Pensamientos sin contenido son vacíos; intuiciones sin conceptos son ciegas” (I. Kant, Crítica de la razón pura, Losada, 5ª. edición, Buenos Aires, 1967, t. I, p. 202.

2. Carlos Marx, en el “Prólogo de la Contribución a la Crítica de la economía Política”, en C. Marx y F. Engels Obras Escogidas en dos tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1955, t. I, señala: “Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana” (pp. 241-242).

3. Por “sujetividad” se entiende aquí con Arturo Andrés Roig, la “afirmación del sujeto” a través de la “exigencia fundante” de “ponernos para nosotros y valer sencillamente para nosotros” en que el ejercicio del a priori antropológico que funda la constitución del sujeto –que es constitución de identidad– consiste.

4. Entre 2001, en que se cumplían los ciento diez años de publicación del ensayo de Martí, y 2011, en que se cumplieron los ciento veinte años de ese hecho, hemos escrito, presentado en distintos foros y eventualmente publicado una serie de textos que hemos reunido en el libro “Reflexiones desde ‘Nuestra América’. Estudios latinoamericanos de filosofía de la práctica e historia de las ideas”, de próxima publicación.

5. Escribe Hobbes en su obra Leviatán de 1651: “la sabiduría se adquiere, no leyendo libros, sino leyendo hombres”. Thomas Hobbes, Leviatán, t. I, Altaya, Barcelona, 1994, p. 14.

6. Martí en Nuestra América, señala: “Ni el libro europeo ni el libro yankee daban con la clave del enigma hispanoamericano”, Edición Crítica, Alba Bicentenario, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2010, p. 13.

7. José Santos-Herceg cierra sus conclusiones y su libro, escribiendo: “La filosofía en el continente no es la de Próspero, ni la de Ariel o la de Calibán, sino es la de todos ellos: es una ‘filosofía en la tempestad’.”

8. Así entiende la “Post-modernidad” Franz Hinkelammert en “Frente a la cultura de la modernidad: proyecto político y utopía” La fe de Abraham y el Edipo occidental, DEI, San José de Costa Rica, 2ª ed., 1991, pp. 81-101. Hemos hecho nuestro este sentido de “Post-Modernidad” –que entendemos pertinente– en cuanto a que pretendiendo ser una crítica de la modernidad, se configura como una hipercrítica que la profundiza en los sentidos señalados

9. No obstante las interpretaciones y desarrollos que son de la responsabilidad de quien escribe, los proyectos, sus denominaciones y sus relaciones han sido tomados desde el excelente libro del filósofo mexicano Leopoldo Zea Filosofía de la historia americana, FCE, México, 1978.

10. Con Mario Sambarino entendemos “la distinción entre lo que en un universo cultural está vigente y lo que en él es válido”, como la que tiene lugar entre “el orden de lo que es según valores” y “el orden de lo que es valioso que sea”. Mario Sambarino, Investigaciones sobre la estructura aporético-dialéctica de la eticidad, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad de la República, 1959, pp. 229 a 290. A partir de su discernimiento, aportamos la expresión y la perspectiva de la que llamamos “vigencia instituyente”.

11. Puede hablarse también con sentido de un orden “postransaccional”, si hacemos nuestra la observación realizada en la conferencia de cierre del XII Corredor das Idéias do Cone Sul en São Leopoldo el 14 de setiembre de 2011, respecto a que las llamadas “transiciones democráticas” en el Cono Sur de América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay), fueron de hecho “transacciones” que seguramente muy poco tuvieron de democráticas. Ni siquiera en lo procedimental se trató del triunfo de los mejores argumentos, sino de la cuota de poder de ejercicio real y virtual de la violencia que logró imponer sus condiciones para, mediante la “transacción” hacer la “transición” y transferir el gobierno con un poder recortado o al menos fuertemente condicionado, a los actores del sistema político.

12. Estas consideraciones reconocen la impronta del excelente curso que el colega boliviano, Juan José Bautista dictó para el Núcleo “Pensamiento crítico en América Latina y sujetos colectivos”· en Montevideo, junio de 2011,

13. Por enésima vez en el conjunto de mis textos y exposiciones, dada su adecuación a la idea que quiero transmitir, ahora para la problemática constitución de las que discerniéndolas de las “identificaciones inerciales”, he llamado “identidades auténticas”, proceso que obliga a que ese discernimiento sea permanente, dado el carácter recidivante de “las identificaciones inerciales”, me inspiro en el título que el filósofo germano-chileno Norbert Lechner acuñó para referirse a la construcción del orden democrático, La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado, CIS, Siglo XXI, Madrid, 1986.

14. Arturo Andrés Roig, nacido en Mendoza en 1922, falleció el 30 de abril de 2012, dos días después de brindada esta conferencia. La presencia de su pensamiento filosófico en nuestro pretendido aporte a la construcción de la identidad latinoamericana de la psicología, atraviesa el conjunto de este. Esta larga cita testimonia el valiosísimo aporte de su pensamiento para nuestro asunto sin mediaciones que lo opacarían.

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