Editorial
La violencia tiene sobradas dimensiones Pandémicas. Afecta a todos los continentes. Sus casos no son solo importados, también, y en demasía, son provocados en cada país (amén de las causalidades globales). Sus causas son reconocibles, y están alojadas en todos los niveles de integración del planeta, en todas las formas de organización. En los modelos ideológicos, en los esquemas societales, en las configuraciones subjetivas, en la cultura, en la economía, en las tradiciones. No hay un hecho de la vida humana que quede fuera de algún círculo de violencia.
La Covid es otra expresión de violencia, y como tal forma parte de ese concierto macabro que se teje en nuestros países. Las muertes por Covid, se suman a los asesinatos a los excombatientes de las FARC en Colombia, al feminicidio diario en todos los países del continente, al impacto del hambre, la insanidad, el desempleo y otros males que convierten el escenario latinoamericano en un oscuro y sombrio territorio de dolor y muerte
En la región, más de cuatro millones de casos, más de doscientos mil fallecidos. En particular, Brasil registró este viernes un millón 32 mil 913 contagios, al sumar 54 mil 771 en las últimas 24 horas, y contabilizó 48 mil 954 muertes al agregar mil 206 del virus SARS-CoV-2, causante de la Covid-19. Y nadie duda la relación que esto tiene con el modelo político reinante en el gigante suramericano.
Las toxicidades existentes se han hecho más evidentes. La Covid refuerza, lo que a fuerza de hegemonías, de injusticia, de egoísmo y represión, el mundo se ha construido. Y solo un cambio en ese orden mundial, podrá amainar la poderosa erupción multiexpresiva de la violencia.
Pero no hay que quedarse de brazos cruzados mientras logramos el cambio esencial. Muchas y muchos psicólogos en nuestro continente luchan contra la violencia en sus manifestaciones particulares. Muchos se sumaron a la batalla contra la fuerza expansiva y letal del coronavirus.
Se puede hacer mucho. Se puede hacer más.