GÉNERO, SUBJETIVIDAD Y TRABAJO ACADÉMICO
Soledad Martínez Labrín
Departamento de Ciencias Sociales, Universidad del Bío-Bío, Chillán
Resumen
El presente artículo muestra un análisis desde la psicología feminista de resultados preliminares de una investigación llevada a cabo con académicas que se desempeñan en universidades chilenas. Se discuten algunos aspectos de la construcción subjetiva que las académicas realizan sobre sus trayectorias laborales desde una perspectiva de género. Se utiliza metodología cualitativa, con método de narrativas dialógicas (Riessman, 2008).
Se profundiza en aspectos como las experiencias tempranas con el conocimiento formal, trayectorias académicas de las narradoras, relaciones intersubjetivas relevantes en la construcción de identidad/ subjetividad de género en las académicas, las metáforas relacionadas con sus vivencias como mujeres dentro de la academia e integración de los mundos público y privado.
Palabras clave: Psicología feminista,Género, Subjetividad, Trabajo Académico
Abstract
This article shows an analysis from a feminist psychology perspective of preliminary results emanated from a research project carried out with academic women working in Chilean universities. Some aspects about the subjective construction of their careers from a gender analytic point of view are discussed. Qualitative methodology was used, specifically dialogical narrative method (Riessman, 2008).
A special focus is made on early experiences with formal knowledge, academic trajectories of the narrators, intersubjective relations important for the construction of gender identity/subjectivity of the academic women, metaphors related to their experiences as women within academy and the merging of private and public sphere.
Keywords: Feminist psychologyGender, Subjectivity, academic work.
Introducción
Este trabajo muestra parte de una investigación llevada a cabo con un grupo de académicas de larga trayectoria en universidades del Consejo de Rectores de Chile (CRUCH), y su objetivo general es construir una mirada compleja de la relación entre género y academia, que permita comprender las brechas de inequidad en este ámbito. La subrepresentación de las mujeres dentro de las más altas jerarquías dentro de la academia en Chile, y en el mundo, está largamente descrita en cifras. Mientras las mujeres accedemos cada vez con mayor fuerza y mayor paridad a más altos niveles de cualificación, seguimos teniendo puestos de más baja jerarquía y contrataciones menos permanentes dentro de la academia (Wylie, Jakobsen y Fosado, 2007). En 2005 solo el 16% de las rectorías de instituciones de educación superior chilenas eran ocupadas por mujeres (Saracostti, 2006), existiendo una merma progresiva en el número de mujeres conforme se sube en jerarquía académica, lo cual se relaciona además tanto con la precariedad de los contratos, como con las remuneraciones (Araujo y Moreno, 2005). Además, la inequidad dentro de las estructuras jerárquicas de las universidades a nivel mundial se suma a la diferencia respecto tanto de las trayectorias, como del tipo de actividad que las personas realizan por género dentro de la academia. Esto implica que tanto la producción y difusión del conocimiento, como el entrenamiento del capital cultural futuro, se encuentran segmentados por género, lo cual, sin duda, retroalimenta al sistema académico, naturalizando los espacios masculinos y femeninos característicos dentro del trabajo académico, alimentando mucho más estas diferencias.
Según el informe SIES (2008) del Ministerio de Educación de Chile, del total de personal académico contratado en las Instituciones de Educación Superior el 61% son hombres. De estos/as, los porcentajes de niveles de formación son comparables, salvo en el caso de los doctorados, donde un 11% de los académicos poseen ese grado y solo un 6% de las mujeres lo tienen. Esta brecha se hace aún mayor en el caso de las personas con jornada completa. Adicionalmente, los hombres concentran un promedio mayor de horas contratadas, siendo mayoritario el porcentaje de hombres con jornada completa. Algo similar ocurre con las jerarquías académicas y los puestos de toma de decisiones.
Para comprender estas brechas aún faltan, y sobre todo en nuestro contexto, exploraciones de los elementos más finos, subjetivos e intersubjetivos, que se anidan en la profundidad de estos datos (Saracostti, 2006; Berríos, 2007).
Sumado a esto, existen asociaciones imaginarias entre saber y género, entre áreas del saber y género y entre maneras de aproximación al saber y género. Estos imaginarios se plasman en segregaciones verticales y horizontales dentro de la academia, que dividen a los cuerpos, cristalizando las simbólicas asociadas a ellos. Por ejemplo, se ha visto que existen diferencias respecto de las representaciones sociales de las mujeres académicas y científicas, en relación a los hombres (Chimba y Kitzinger, 2010; Blazquez, Flores y Ríos, 2010), o que dentro de carreras “feminizadas”, como la psicología, se tiende a ver la investigación como un quehacer propiamente masculino (Barberá, Candela y Ramos, 2008). Si bien las mismas académicas y académicos en Chile reconocen que la universidad se constituye en un sitio donde las inequidades de género se reproducen (Reyes, 2006), este ciclo simbólico-material de diferencias es también inteligible para las personas que lo encarnan, de modo que no existen grandes acciones que interpelen a su ruptura, sino solo incomodidades subjetivas que apenas llegan a ser canalizadas (Martínez, 2012). En su estudio sobre las profesoras universitarias en Chile, Berríos (2007) reconoce que las y los docentes se constituyen en un poderoso sector de transmisión de patrones sociales de equidad y calidad. Así, la propia situación de subrepresentación de las profesoras en las universidades, es también una manera de socializar y reproducir esta misma inequidad (Saracostti, 2006; Reyes, 2006; Rivera, 2005). Adicionalmente, la academia actúa como dispositivo de (re)producción de capital social con marca de género, realizando una socialización profesional donde las disciplinas, los lugares en su interior y sus procedimientos se encuentran asociados a las lógicas binarias de lo femenino y lo masculino.
Método
El principal fundamento epistemológico que guía el trabajo metodológico es el enfoque feminista, que no solo describe las diferencias de género, sino que se posiciona críticamente respecto a ellas y sus efectos de poder resultantes dentro de los espacios de relación humana. Implica además un enfoque dialógico, ya que no se parte de la noción de que sujeta/objeto(a) de investigación pueden separarse, y se entiende que la calidad ontológica de ambas es la misma. Al igual, esta visión trasunta la necesidad de que la investigación se constituya en una crítica a las formas de conocer basadas en la ilusión positivista de la objetividad tradicional. Este último punto es abordado desde el concepto de conocimientos situados (Haraway, 1991), el cual supone que todo acto de investigación lo es también de vinculación y, debería, de forma responsable, asumirse como una articulación entre visiones angulares diferentes, que no reflejan, sino que difractan dichas posiciones en el encuentro.
Se utiliza metodología cualitativa, con método de narrativas dialógicas (Riessman, 2008; Biglia y Bonet-Martí, 2009), las cuales se configuran como bucles discursivos, donde la co-construcción intencionada de los relatos aparece como fundamental, en contraste con la noción tradicional de “dato”. Se entiende aquí que tanto las identidades como las subjetividades se configuran relacionadas y definidas a través de categorías y experiencias y que son constantemente reconfiguradas a partir de los contextos sociales, de modo que metodológicamente, se requieren maneras de pesquisa que integren ese carácter procesual e intersectado, producido en el aquí y el ahora (Wetherell, 2008). Se muestra un análisis negociado entre los términos de las participantes y la visión epistemológica de la autora, ya que la narrativa significa un modo especial de escucha y recolección de historias, pero también supone un análisis co-construido, de tal manera que el significado que la origina se refleje en ella, rescatando el momento en que se produce y las personas que la recrean (Downe, 2007).
La población está constituida por seis mujeres académicas con grado de doctora en diversas áreas del conocimiento, con alta productividad científica y que se desempeñan en universidades pertenecientes al CRUCH en Chillán, Concepción y Temuco. Se presenta el análisis preliminar de una parte de las narrativas, relacionadas con la construcción subjetiva de la trayectoria académica.
Resultados
Respecto a la división del trabajo según género en los espacios académicos, se evidencia una división polar generizada del trabajo académico y de las áreas disciplinarias de trabajo; las académicas reportan que existen áreas disciplinarias más masculinizadas, pero no sienten en general que dichas áreas les han sido vedadas a ellas. Por el contrario, se sienten excepcionales dentro de este sub-mundo masculino. Esto se relaciona con una visión de su trayectoria como un proceso de autogestión, en la que sus características individuales han podido neutralizar los efectos género. La división polar por género se relaciona también con las jerarquías, por cuanto no solo existe una segregación de las áreas de trabajo, sino que también de los tipos de tareas que se llevan a cabo dentro de la academia, estando, por ejemplo los cargos de toma de decisiones y la investigación más asociada con los hombres y los cargos que tienen que ver con la relación con los y las estudiantes más asociados con las mujeres.
“Hay colegas que se llevan mucho trabajo en la acreditación de la carreras, cuando las felicitaciones se las lleva siempre la persona que dirige, y además eso no tiene valor, porque los hombres están investigando mientras las mujeres trabajan en la acreditación de las carreras, y los laureles se los llevan los que publican” (A-1).
“Las mujeres somos más maternales y por eso somos más hábiles en el trabajo con estudiantes” (A-4).
“A mí me gusta hacer buenas clases y dedicarme a mis estudiantes, pero cuando me evalúan me evalúan por las publicaciones y las investigaciones” (A-2).
Respecto a los aspectos de la construcción subjetiva de las mujeres académicas, se profundiza en aspectos tales como las teorizaciones personales de las académicas sobre el género, las experiencias tempranas con el conocimiento formal, trayectorias académicas de las narradoras, relaciones intersubjetivas relevantes en la construcción de identidad/subjetividad de género en las académicas y las metáforas relacionadas con sus vivencias como mujeres dentro de la academia e integración de los mundos público y privado.
Dentro de la construcción de la subjetividad generizada, se consideran las teorizaciones que las mujeres elaboran sobre el género. Como muy importante aparece la relación entre esencia/ naturaleza y las características atribuidas a mujeres y hombres. Es interesante hacer notar que respecto a su conciencia crítica sobre las relaciones de género (una noción que puede llegar a ser transformativa de las propias experiencias de género), las académicas pueden ser caracterizadas con estilos Tradicional o “Transicional o innovador” (Burín, 2008). La construcción discursiva de la femineidad y el trabajo académico, se lleva a cabo mediante el uso de metáforas y repertorios interpretativos por parte de las mujeres, que definen límites, donde lo femenino y masculino se encuentra con las maneras en que el conocimiento académico es significado. Estos límites demarcan verdaderas fronteras que producen territorios a veces imaginados, a veces corporeizados y vividos performativamente. De este modo, el milagro autogestionado de la producción de una académica de alto rendimiento, única entre sus pares, las ubica como caminantes de rutas desconocidas, pero que han abierto sus prohibidas fronteras con la ayuda de los agentes adecuados. Las académicas son entonces exploradoras “guiadas” por baqueanos del terreno escarpado de la academia y el conocimiento, hombres científicos. No es de extrañar entonces que la vivencia de las mujeres en la academia sea similar a la que se tiene en el caso de la inmigración. Este estar, pero no ser, se ha descrito como el estado de “outsider within” (Fox, 2010). Así, la universidad, la investigación y el saber científico son territorios, donde unos son y otras están.
“ellos pensaban que yo venía a invadirles su terreno, porque además yo venía de un campo diferente al de ellos” (A1).
“hay una frontera que no se puede cruzar, porque tú siempre vas a estar fuera” (A3).
“Soy una intrusa en un campo que…” (A4)
Respecto a las explicaciones que las mujeres hacen de su trayectoria académica, aparece un relato fundamentalmente individual de su incorporación a lo público, teniendo una visión del propio trabajo como un emprendimiento. El origen de esta concepción del trabajo lo ubican en la niñez, en la cual existen figuras (masculinas) que estimulan el esfuerzo personal y el riesgo académico, mostrándose ellas como niñas trabajadoras, responsables y perseverantes. La figura masculina temprana (padre, abuelo, tío) aparece, como parte de la vocación actual por el conocimiento, asociada a un afán de esa figura por conocer.
“Mi padre es una figura muy importante en mi vida, él fue el que me marcó para que yo fuera académica universitaria, porque yo era chiquitita y mi papá decía, mi hija va a ser catedrática” (A4).
“yo era bien matea y perseverante, creo que por eso salí adelante” (A1).
Ya entradas en la carrera como trabajadoras en la universidad, las académicas se autoperciben como excepcionales, en tanto han llegado por medio de su esfuerzo y trabajo personal a territorios ajenos, sin desestimar el rol de la suerte, siendo la aparición de las figuras mentoras (ahora sí algunas mujeres) parte de este último factor. Esto coincide con la investigación de Fox (2010) en la que las académicas concebían el trabajo Académico como una “forma de vida”, con lo cual para sobresalir debían realizar un esfuerzo extra, que permitiera neutralizar el efecto de la tensión entre trabajo y familia, propia del trabajo académico de las mujeres (Martínez, 2012).
“Muchas oportunidades me las he construido yo” (A1).
“Yo trabajo mucho, me gano proyectos y publico, y me esfuerzo mucho para ello” (A3).
La asociación del origen de su propia trayectoria con la imagen masculina, se asocia también con una subvaloración de la importancia de la imagen femenina (madre) en este proceso. A eso se suma un escaso interés actual de las mujeres por formar redes de trabajo con otras y la ausencia de códigos femeninos dentro de espacios tradicionales de la academia. En armonía con la idea de la autogestión personal del éxito académico, las académicas aparecen como solitarias, o formando redes con personas nóveles (tesistas, estudiantes, académicos/as jóvenes) más que con pares. Por último, respecto a los obstáculos percibidos en la carrera académica, las mujeres tienden a desvalorizar elementos sociales asociados al género y prefieren explicar su trayectoria por medio de aspectos individuales.
“Prefiero trabajar con jóvenes porque son más plásticos, con los colegas mientras más vacas sagradas más difícil es” (A4).
“Mi mamá quería que fuera tradicional, por ella que hubiera estudiado algo más femenino” (A3).
“Yo pienso que las mujeres somos como la serpiente de la biblia, por eso es que no trabajamos juntas” (A1).
Discusión
En un campo simbólico, las teorizaciones subjetivas sobre género ubicadas entre un polo esencialista y uno sociologista, con una predominancia de explicaciones basadas en el primero, hacen pensar en la academia como un ámbito permeado por lógicas neoliberales de subjetivación.
Tanto la identificación con figuras masculinas tempranas de mentoría, como la existencia de figuras mentoras femeninas durante la trayectoria académica que socializan a las mujeres en el mundo académico y potencian sus carreras, permiten pensar en la necesidad de incorporar figuras femeninas en el ámbito disciplinario que sirvan de referentes o modelos de rol para las mujeres dentro del trabajo académico. Así como también en la importancia de la recuperación del rol de la figura femenina en la construcción de las historias de vida de las mujeres en relación al conocimiento. Existen estudios en los que se asocia la presencia de mujeres en un ámbito, con la existencia de modelos de rol para las mujeres, con los cuales se explicarían los cada vez más crecientes números de mujeres entrando a pregrados en ámbitos no tradicionales (Fox, 2010). Además, Fox (2010) vio que en general las mujeres trabajaban con más mujeres de pregrado en investigación de lo que lo hacían los hombres, por lo que pueden actuar como buenas mentoras de género. Esta investigadora también notó que las mujeres tienden a desarrollar más habilidades sociales asociadas al trabajo en sus equipos, que lo que hacían los hombres.
La tensión entre familia y prestigio académico se instala como una díada con clara existencia en la vida cotidiana, pero también dentro de la construcción más íntima de la identidad femenina, marcando los aspectos subjetivos de la construcción de las mujeres como académicas relevantes, incluyendo la carencia de redes con otras mujeres.
Las cifras respecto a la relación entre género, poder y conocimiento en la academia, dibujan el relieve de un fenómeno que en su profundidad obedece a una complejidad que atraviesa diversas capas; desde elementos estructurales y discursivos, pasando por fenómenos intersubjetivos y prácticas cotidianas e incluyendo la construcción de las experiencias y sentimientos más personales y subjetivos.
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