EL SUJETO Y EL DIVÁN EN CUESTIÓN: APORTACIONES DE LAS PSICOLOGÍAS CRÍTICAS Y SU POSIBLE CONTRIBUCIÓN PARA UNA PSICOLOGÍA CLÍNICA CRÍTICA Descargar este archivo (03 Sujeto Divan en cuestión - COBailon.pdf)

Christian Omar Bailón Fernández

Universidad Antropológica de Guadalajara
Zapopan, Jalisco, México

Resumen

Se hace un recorrido por los postulados fundamentales que sostienen las perspectivas de las llamadas psicologías críticas, entendidas como aquellas perspectivas sobre la dimensión psicológica de la sociedad que plantean al individuo en desconexión paulatina de su subjetividad como resultado de la configuración histórica de la cultura, que, envuelta en una atmósfera de clase mantenida a partir de una ideología social que legitima y estructura la distribución asimétrica de los bienes colectivos, desemboca en un proyecto humano desfavorecedor para el desarrollo pleno de la personalidad de los individuos y de la sociedad, proponiendo así a la psicología y al psicólogo como agentes de concientización frente a esta dinámica. A partir de esta definición se establece una discusión crítica entre los principales postulados que se desprenden de estas psicologías críticas, para después, por último, extraer conclusiones sobre posibles aportaciones de las psicologías críticas al ámbito particular de la psicología clínica.

Palabras clave: psicología crítica, concientización, alienación, subjetividad, ideología

Abstract

This article propose a survey of the fundamental tenets underlying the perspective of psychology called critical, understood such as those perspectives on the psychological dimension coherent between themselves, on the approach of the individual in a gradual disconnection of his subjectivity as a result of the historic conditions of the culture, which, has wrapped in an class atmosphere from a social ideology that legitimizes an structure of asymmetry in the distribution of public goods, hampering the potential social and individual well-being, proposing psychology as consciousness-raising agent against this oppressive dynamic. Through this definition has been established a critical discussion between the traditional psychology and the contributions from the critical psychologies. Finally, from the results involved in the discussion, it has been resolved a several conclusions about the possible contributions of critical psychologies to the particular field of clinical psychology.

Keywords: critical psychology, awareness, alienation, subjectivity, ideolog

Introducción

Aún se plantea problemática la resolución sobre el tema de la salud mental, cada vez más, nos encontramos ante relaciones intrincadas sobre su significado, por ejemplo, la crítica a la construcción de los parámetros de salud mental vía estadística continúa latente en razón de que la construcción axiológica que supone el desarrollo histórico de las sociedades y los individuos tiene exigencias valóricas mucho más puntuales. Es decir, dentro del contexto histórico, político y social en aras de una perspectiva humanizante parece insuficiente un discurso estadístico para definir los criterios de bienestar en cuanto a salud mental de una sociedad. (Fromm, 2006; Marcuse, 1993; Martín-Baró, 1998; Zemelman, 2011).

Se analiza entonces, al reconocer esta y otras críticas paradigmáticas a las definiciones clásicas de la salud mental, que de las diversas tensiones epistemológicas que retoma la concepción se derivan también diferentes perspectivas teóricas que abordan una concepción alternativa del sujeto, en este sentido, se presume que de la exigencia de integrar la concepción política, histórica y social situada contextualmente surge una visión acorde a estas necesidades, dando como resultado las llamadas psicologías críticas que a continuación se abordan.

Se define como psicologías críticas todas aquellas perspectivas sobre la dimensión psicológica de la sociedad coherentes entre sí, en el planteamiento del individuo en desconexión paulatina de su subjetividad, es decir, en la cosificación del sujeto como resultado de la configuración histórica de la cultura, que envuelta en una atmósfera de clase, mantenida y condicionada a partir de una ideología social que legitima y estructura la asimétrica distribución de los bienes colectivos, desemboca en un proyecto humano desfavorecedor para el desarrollo pleno de la personalidad de los individuos y de la sociedad, proponiendo así, a la psicología, como ciencia de la concientización frente a esta dinámica opresiva (Fromm, 2006; González, 1994;  Martín-Baró, 1998; Marcuse, 1993; Montero, 1994; Romero, 1994; Zemelman, 2011).

En este sentido, desde estas llamadas psicologías críticas se proponen ocho tesis consideradas como las aportaciones fundamentales que se desprenden de estas perspectivas, así como la discusión de estas en relación con la psicología tradicional:

  • El carácter histórico, político y cultural de la psicología.
  • El carácter histórico, político y cultural de la personalidad.
  • El reconocimiento de una atmósfera de clase como aquella que estructura algunos procesos internos de la personalidad y que por ello participa en los problemas humanos y su posible resolución.
  • El reconocimiento de la ideología como un macrosistema que influye en la configuración de las valoraciones sociales como falsa conciencia resultando en alienación.
  • La comprensión de la neutralidad profesional como una especie de falsa conciencia.
  • El reconocimiento de la relación entre poder e individuo y como ello influye en las dinámicas sociales y en la construcción de la realidad social.
  • El resultado alienante y cosificador que ejerce la influencia de la ideología en la construcción social de la personalidad.
  • El rol ético del psicólogo y de la psicología como agente e instrumento respectivamente para la concientización social y la desideologización.

El carácter histórico, político y cultural de la psicología

Estas psicologías críticas fundamentan que desde la psicología tradicional o académica, el carácter histórico, político y cultural de la psicología ha sido omitido, la estructuración de los consensos de salud mental vía estadística ha sido el parámetro rector desde el cual se ha legitimado e instituido la directriz de la normalidad psicológica, como si a partir de la instrumentación de ciertas metodologías objetivas en cuanto a su medición (no necesariamente en cuanto a su objeto, definición o campo de acción), la ciencia adquiriera un carácter neutro e irrefutable, aséptico de toda subjetividad rumiante que pudiese enturbiar su discurso límpido. Por esta omisión peligrosa, la organización de significados, definiciones e investigación en torno a la ciencia, ha tenido no solo un carácter descriptivo, sino también a razón de esta postura, proponen diversos autores, un carácter legitimador de la realidad en turno que se presenta así como estática y en código de normalidad, cuestión que en vez de significar objetividad, termina por proponer un carácter de aceptación de la realidad en turno. Se propone así desde estas perspectivas que la realidad no es aséptica y que la ciencia que pretenda abstraerse de su situacionalidad, lo hace a costa de que sus productos resulten potencialmente utilizados para fines poco éticos o deshumanizantes:

El que hace ciencia sin con-ciencia de su situacionalidad y de su situación compromete su ciencia in-conscientemente a la precariedad de la situacionalidad y a los intereses de la situación (Martín-Baró, 1998, p. 41).

El carácter histórico, político y cultural de la personalidad

Del mismo modo, se precisa que el carácter histórico, político y cultural de la personalidad se ha obviado de la misma manera con terminologías teóricas como son las construcciones o las representaciones sociales, categorías que recordando la terminología Batesoniana aparecen con características dormitivas (Bateson, 1991), es decir, que no responden nada que favorezca a la comprensión de las características con las cuales estas configuraciones sociales ejercen las dinámicas de la constitución de la personalidad en los individuos, ni tampoco expresan la forma o el modo en que estas se consolidan, ni aún terminan por resolver los efectos que estas tienen hacia la organización de la sociedad, siendo así que, se plantea que en su descripción, la psicología tradicional únicamente da legitimidad científica a la normalidad cotidiana que describen. Por ejemplo, el culto discursivo al individualismo apolítico:

La reducción al plano de lo individual, y al de los mecanismos internos, de los elementos que rigen y guían el comportamiento saludable y los aspectos cognitivos tiene profundas consecuencias políticas. Es probable que de ahí se derive que la explotación no se atribuya a razones sociohistóricas, sino que obedezca a una cuestión de opciones y experiencias individuales... Muchas personas se suben al carro de la ideología competitiva del capitalismo, y sus ideas encuentran tal consonancia con el sentido común cotidiano que difícilmente cabría pensar que están cometiendo un "error". Es decir, sus ideas y el sentido de sí mismos están en perfecta comunión con lo que la psicología nos dice acerca de nosotros mismos (Parker, 2010, p. 65).

Se fundamenta además, en razón de esta óptica, que la salud mental no es de orden meramente individual, sino que está relacionada sistémicamente con las configuraciones sociales que constituyen a los individuos y donde a la misma vez el individuo no es un producto, sino un ente activo:

La identidad personal es al mismo tiempo producto de la sociedad y producto de la acción del propio individuo. A esta consecuencia se llega como resultado de comprender a la persona humana como un ser de historia: la identidad personal se forma en la confluencia de una serie de fuerzas sociales que operan sobre el individuo y frente a las cuales el individuo actúa y se hace a sí mismo. Al actuar el individuo genera una realidad y la conoce como tal, pero a su vez la acción misma es hecha posible por las fuerzas sociales que se actualizan en el individuo (Martín-Baró, 1989, p. 123).

Reconocimiento de la sociedad de clases

Desde estas perspectivas se expone que la psicología tradicional ha obviado desde este discurso también la sociedad de clases, su discurso la omite, pues a la luz de los textos de psicología tradicional se retoma como una condición cuasi-natural de lo humano, siendo así que resulte disonante que en su tendencia descriptiva ni siquiera se desmenuce en específico a la sociedad de clases, sus razones, características y consecuencias psicológicas. Se argumenta que también dentro de la descriptividad característica a esta psicología habría que demostrar por qué razón no es de su interés este tipo de fenómenos.

Se podría responder con respecto a esta interrogación, que tales fenómenos sociales se decide no estudiarlos por su carácter controvertido, y que la psicología en su carácter científico no debe prestarse a las valoraciones morales que estas implican, pues bien, pero en respuesta a esto, se afirmará, que la organización del conocimiento psicológico actual también tiene fuertes valoraciones morales desde las que sí se ha tomado una postura clara, como son el planteamiento de la normalidad psicológica vista anteriormente, la normalidad del desarrollo, la discriminación social que se hace a partir de la psicometría laboral, la definición de inteligencia o el acoplamiento de parámetros anglosajones a realidades completamente diferentes, entre otros. De manera que, esta omisión descriptiva, únicamente coadyuva al mantenimiento de la inconciencia y cuestionamiento de estos fenómenos, ejerciendo una especie de complicidad académica.

El reconocimiento de la ideología y sus consecuencias

A partir de ello, se analiza que la sociedad y la psicología están saturadas de discursos ideológicos, definido lo ideológico como aquello antitético a un conocimiento fiable, es decir, una forma discursiva o un cúmulo de significados que carecen de la validez suficiente para suponerlos como un saber fundado, se entiende que el objetivo de las ideologías es meramente la conservación del poder y no su distribución, y se supone entre los parámetros constitutivos de la ideología la carencia de diálogo a través de la institución de lenguajes y formas relacionales que restringen parámetros de pensamiento, con carencia de implicación dialéctica y apertura:

La ideología no es un grupo demoníaco que confabula en las cúpulas del poder de la sociedad, sino que es el empobrecimiento de la comunicación que se da en cada lugar donde se repiten los pensamientos y sentimientos sin pensarlos y sin sentirlos, hasta que pierden su significado. (Fernández, 2004, p. 88)

Sobre la ideología se ha dicho que es una forma de falsa conciencia, “en la medida en que crea la ilusión de la racionalidad basándose en un raciocinio mecánico … que actúa bloqueando el paso a la conciencia, a ciertos contenidos, a ciertas formas de relación, a lógicas alternativas” (Montero, 1994, p. 144). Según Villoro (2006) el concepto de ideología supone un conjunto de creencias y actitudes que son condicionadas por grupos sociales o por las fuerzas de producción que prescriben reglas de comportamiento a los integrantes de tal grupo, su concepción estricta supone que la diferencia básica entre ideología y conocimiento es que la ideología no está suficientemente justificada en razones válidas y que tiene la función de conservar el poder en ese grupo. Para justificarse las ideologías utilizan argumentos de autoridad, tradiciones, prejuicios o convenciones pues su razón no resiste la argumentación crítica.

Se manifiesta que la psicología tradicional sobre este aspecto ha dado muy pocas luces, la cuestión de la ideología supone la forma en que se estructura y legitima una cosmovisión de lo normal en una sociedad, una normalidad con cualidades eternas e inmanentes, que no puede ser otra que la que es, creencias como la de que el entendimiento de la economía y/o la política es para los expertos y el ciudadano promedio no debe entrometerse, que la democracia es el mejor sistema político, que el conocimiento es saber memorizar, que el triunfo es sinónimo de tener dinero, que es completamente justo que la gente con dinero tenga dinero y que los pobres sean pobres, no son en absoluto verdades evidentes, ni axiomas lógicos y fundamentados, son creencias que entre muchas otras se refuerzan constantemente a través de las estructuras de poder que entretejen una realidad de significados que instaura y mantiene una forma de entender la realidad social en los individuos, cuestión que definitivamente no puede ser pasada por alto, en razón de comprender como estas perspectivas influyen en la constitución de los individuos, y en su relación ya sea constructiva o destructiva para la consolidación de una sociedad pacífica, igualitaria o justa, pues siendo todos ellos atributos sin lugar a dudas que necesitan los individuos de una sociedad para crecer psicológicamente saludables, no pueden ser ignorados:

El hecho de que la gran mayoría de la población acepte, y sea obligada a aceptar, esta sociedad, no la hace menos irracional y menos reprobable. La distinción entre conciencia falsa y verdadera, interés real e inmediato todavía está llena de sentido. Pero esta distinción misma ha de ser validada. Los hombres deben llegar a verla y encontrar su camino desde la falsa hacia la verdadera conciencia, desde su interés inmediato al real (Marcuse, 1993, p. 24)

En la comprensión de estas perspectivas, la construcción ideológica del sujeto deviene en falsa conciencia que a su vez supone alienación, una separación y desconexión con la propia subjetividad a cambio de una cosmovisión acrítica adoctrinada ideológicamente por las estructuras de poder:

La dimensión “interior” de la mente, en la cual puede echar raíces la oposición al statu quo, se ve reducida paulatinamente … El impacto del progreso convierte a la Razón en sumisión a los hechos de la vida y a la capacidad dinámica de producir más y mayores hechos de la misma especie de vida … Esta identificación no es ilusión, sino realidad. Sin embargo, la realidad constituye un estadio más avanzado de la alienación. Esta se ha vuelto enteramente objetiva; el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada (Marcuse, 1993, p. 41).

La neutralidad del psicólogo como falsa conciencia

En consonancia con esto, las llamadas psicologías críticas reconocen la imposibilidad de permanecer en un estado de ficticia neutralidad frente a las realidades sociales adversas, ante fenómenos psicosociales como son la marginación, la discriminación, el autoritarismo, entre otros, el investigador no puede permanecer inmutable a menos que carezca del mínimo tacto y sensibilidad ética que supone el profesionalismo de un científico social, y esta sensibilidad, no se concibe desde estas perspectivas como un sesgo hacia la construcción de conocimiento científico certero:

La parcialidad que siempre supone una toma de postura no tiene por qué eliminar la objetividad. Resulta absurdo y aun aberrante pedir imparcialidad a quienes estudian la drogadicción, el abuso infantil o la tortura. Lo que sí puede y debe exigirse es que se analicenesos fenómenos con todo rigor y con apertura total a los datos de la realidad. Es decir, que objetividad no es lo mismo que imparcialidad. Pero la opción axiológica que lleva a rechazar ciertas cosas y a desear otras debe constituir siempre un horizonte que ilumine nuestro quehacer, y ello no como algo sobreañadido, sino como algo intrínseco a la propia actividad científica, académica o profesional (Martín-Baró, 1998, p. 332).

En este sentido suponer que intentar pulir lingüísticamente o metodológicamente de modo que ello signifique un distanciamiento del fenómeno de estudio o de la población a analizar no solo es un error profesional, sino inclusive, puede resultar en mayor sesgo desde esta perspectiva, en el sentido de terminar afirmando u ocultando ideológicamente cierta realidad enajenante o socialmente destructiva.

A propósito de la neutralidad, se reconoce que esta postura cuestionada por sus pretensiones cientificistas más que científicas de la psicología tiene una tradición más honda, como una réplica inadecuada que en su intención histórica por adquirir un rol de seriedad, adaptó en sí misma los métodos de las ciencias naturales, de manera tal que, desde estas perspectivas, cabe hacer crítica a las posturas cientificistas que abordan el conocimiento científico como ajeno de toda metafísica, epistemología y sujeto, aquellas que se consideran asépticas, desideologizadamente neutras que se justifican por sí mismas en el objeto, y que por tanto, pretenden no tener que rendir explicaciones ontológicas desde donde parten sus análisis y supuestos (Habermas, 1990), pensar así, desde estas posturas, parece significar una falacia abstractiva (Apel, 1985) en el sentido de que al pretender cualquier supuesta mera objetividad se está prescindiendo de la dimensión pragmática de los signos extrayendo o anulando al sujeto que le da lugar.

De ser así, los resultados científicos quedarían irrefutablemente exentos de las consecuencias o implicaciones sociales emergentes de ellos, de las exigencias valóricas de los contextos humanos y por ende de su implicación ética:

Los métodos de la ciencia natural no captan todo lo que vale la pena saber, ni siquiera lo que más vale la pena: los últimos fines, que deben orientar todo dominio de los recursos de la naturaleza y del hombre (Gadamer, 1998, p. 43).

Por ende, se infiere que la realidad no es aséptica y que la ciencia que pretende abstraerse de su situacionalidad o de su subjetividad podrá ganar en eficiencia instrumental, pero a costa de perder la consciencia electiva y ética que supone el compromiso con la salud y el bienestar humano y profesional, implicado en el estudio e intervención de la realidad política y social que se ve manifiesta (Martín-Baró, 1998).

El rol del individuo y del psicólogo en la concientización y transformación de la sociedad

Por tal motivo, las psicologías críticas proponen que el psicólogo en tanto que se encuentra concientizado de esta serie de entresijos que oscurecen la posibilidad de desarrollo de una sociedad, se encuentra forzado por su ética profesional a tomar postura obviamente desde su objeto de estudio, lo que supone el rol del profesional de la salud mental como científico comprometido en la concientización de los individuos desde sí en clave emancipatoria para la transformación social:

Se reconoce un nuevo rol para el psicólogo: el de agente y facilitador del cambio social (que no excluye otros ya existentes), lo cual supone una toma de conciencia de su inserción social y de los intereses históricos a los que sirve. La asunción de este nuevo rol supone a su vez la adquisición de un compromiso, que en América Latina se define con las mayorías oprimidas, con la liberación (Montero, 1994, p. 36).

Compromiso que hace notar la dimensión política de la psicología, sea cual sea la toma de postura del profesional, ya sea en tanto que omite realidades sociales que pueden ser perjudiciales para el desarrollo de una sociedad o en tanto que denuncia fenómenos que desde la dimensión de su objeto de estudio el profesional reconoce como poco óptimos para el desarrollo psicológico.

La psicología clínica: entre la conciencia y la falsa conciencia

La concientización es el núcleo clave de la salud mental en las psicologías críticas, concepto que, como es bien sabido, no es exclusivo en sí de estas propuestas teóricas, sino que permea el lenguaje y el ámbito terapéutico desde siempre, sin embargo, cabe destacar que el concepto es polisémico, el insight de la perspectiva psicoanalítica por ejemplo tiene otras directrices explicativas, comprende en su definición una teoría ajena a la problemática específica de los contextos en que la psicología crítica contempla esta terminología, allí, la concientización se propone como un medio para desestructurar la alienación, lo cual significa la incapacidad del hombre para seguir sus necesidades más auténticas de crecimiento interno y que, en el sujeto, propicia una actuación cargada de irreflexividad y compulsividad a necesidades que se le imponen despersonalizadamente a su individualidad (González, 1994). Es decir, la desideologización en estas propuestas conlleva en sus raíces la búsqueda de las propias verdades internas que se elaboran con base en la propia reflexividad del individuo (Pakman, 2006; Sloan, 1994), entonces, ven, como núcleo fundamental de la desalienación, la liberación del individuo a partir de su concientización reflexiva como elemento esencialmente político y transformador (Freire, 1997).

Por tal cuestión, el crecimiento o desarrollo psicológico para estas perspectivas, significa que los individuos pueden generar construcciones integradoras desde sus cogniciones, afectos y conductas cada vez más complejas sobre la realidad interior y exterior que le significan cambios positivos en su humanidad (Romero, 1994).

Conclusiones

Como se ha abordado a lo largo de la realización del artículo, las psicologías críticas aportan temáticas de gran relevancia para el análisis global de la psicología. A través de su discusión y posterior integración, puede ser posible la construcción de una psicología más amplia, menos ingenua y con mayor compromiso social. De modo tal que, por este motivo, se fundamenta que a partir de esta discusión anterior es posible extrapolar una serie de conclusiones que permean todos los ámbitos de la psicología, con la pretensión de concluir, en el ámbito clínico, las posibles aportaciones derivadas de estas reflexiones anteriores:

Una primera conclusión propone que ejercer una psicología clínica crítica postula la necesidad de establecer una relación simétrica y horizontal entre la persona y el profesional, de modo que este provea un espacio de cercanía que funja como  dispositivo subjetivador a través del diálogo, esto corresponde con la importancia de la construcción de un ambiente óptimo para reconocer y hacer brotar los afectos y los pensamientos negados, reprimidos o acallados por las estructuras de poder que establecen en el individuo una condición internamente restringente y alienante a cambio de una normalización ideológica.

Una segunda conclusión supone que el psicólogo como agente de concientización y desideologización, brinda un soporte de reflexión crítica sobre las condiciones, premisas y contextos que enclaustran al sujeto en esa lógica enajenante.

De una tercer conclusión se deriva que, para que la desideologización aquí nombrada no termine como una nueva ideologización, debe mantener un carácter de descubrimiento desde sí y para sí del individuo en un universo de autorreflexividad, y por ende, no puede ser una imposición de significados, por tal motivo, el individuo en proceso solo es acompañado por el profesional para que a través de la interrogación en conjunto, suceda una emergencia de narrativas que promuevan la concientización sobre el enclaustramiento simbólico y práxico de la realidad del individuo, a la misma vez que se promueve la imaginación como fuente liberadora hacia nuevas alternativas que se perciben desde el mismo individuo con mayor coherencia interna (Castoriadis, 2008; Pakman, 2011; Bailón, 2014).

Una cuarta conclusión manifiesta que una psicología clínica de corte crítico no podría situarse meramente en el individuo como ente aislado, sino en el análisis emergente de las relaciones, premisas lingüísticas, afectos y conductas que surgen en relación dialéctica al propio contexto, para promover una constante concientización crítica desde la cual germinen construcciones complejas de significado plenamente transformadoras de la realidad subjetiva y objetiva del individuo.

Una quinta conclusión sugiere que la intersubjetividad construida en el dispositivo clínico, ya es en sí misma propositiva para sus fines, en razón de que instaura una lógica relacional disidente a la lógica de la dominación fundamentada sobre la coacción subjetiva del individuo, en donde se encubre “la distribución asimétrica de las oportunidades de satisfacción legítima de las necesidades” (Habermas, 1999, p. 59), y donde “la comunicación entre sus miembros es desfigurada o bloqueada de manera sistemática” (Habermas, 1999, p. 59), comunicación necesaria para la construcción práxica de una realidad emancipatoria para los individuos.

En vez de ello, se propone el reconocimiento desde estas perspectivas, al individuo como copartícipe en la generación de la realidad y no como mero objeto o instrumento de tal realidad, empoderamiento que busca por ello una profunda acción comunicativa a través de la dialogicidad que supone la construcción intersubjetiva (Apel, 1985; Freire, 1997; Zemelman, 2012).

Por último, una sexta conclusión comprende que las intervenciones y el objetivo terapéutico en una psicología clínica crítica tendrían como fin la subjetivación del individuo y su reconstitución individual orientada a partir del reconocimiento de sí mismo como sujeto en construcción, que es a la vez constructor de la realidad social en la que participa, promoviendo así la modificación práxica y por ende transformadora de su realidad interior y de su realidad circundante.

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